La ficción ilumina lo que en el fútbol profesional está a oscuras. Sacheri

Francisco Espinos/Rabietamag

México, D.F.- El 15 de junio del 2013, Eduardo Sacheri (Castelar, Argentina, 1967) estaba en la grada del Libertadores de América cantando y alentando a Independiente que perdía con San Lorenzo y descendía a la B Nacional por primera vez en la historia. A su lado, su hijo de 16 años lloraba desconsolado. El Rojo de Avellaneda, un vínculo eterno con su padre, sufría el golpe más duro. Lúcido como pocos pero humano al fin, Sacheri sufrió la catástrofe deportiva. El fútbol, ese universo donde se puede volver a empezar, donde las revanchas son inmediatas, traería a su equipo de vuelta a la máxima categoría para el goce de un tipo que desde sus letras ha cautivado a millones de aficionados que ven en la pelota un espacio, tal vez único, de libertad.

Profesor de historia en secundarias, Sacheri sintió la necesidad de escribir cuando tenía 25 años. Sin más, escribió historias cercanas a la persona de calle. A ese ser humano ordinario que muy de vez en cuando tiene episodios extraordinarios. Se arropó del fútbol, una de sus más grandes pasiones junto a la lectura. Al tiempo, dejó un texto suyo casi obligado por su mujer y sus amigos en las oficinas de Radio Continental donde Alejandro Appo conducía “Todo con afecto”. Alejo leyó sus cuentos al aire y todo cambió. Pronto sus historias serían llevadas al cine y su hobby se transformó en una ocupación de tiempo libre; para fortuna de todos.

Cuando Sacheri ríe sus ojos se le achican como si siguiera pensando. Da la impresión de que su cerebro nunca descansa. Sus palabras pausadas y medidas marcan el ritmo de una conversación con un lenguaje simple pero con una profundidad poco alcanzada cuando se habla de fútbol, pasional ante todo. Eduardo le ha dado vuelta a la tuerca llevándonos con sus letras a las bases. En ese lugar donde se construyen amistades o donde el amor se muestra sin caretas tal como es con la pelota como pretexto. Hace cuatro años, la revista El Gráfico le dio un espacio para que escribiese lo que quisiera. Como una cita obligada, sus lectores se amontonaban en la web en cada entrega. A él, todo eso de la fama le da pena.

Hoy, en su octava visita express a México, está sentado en una silla de la cafetería de El Péndulo del acomodado Polanco. En unos minutos hablará sobre fútbol, literatura y cine frente a 30 personas que han decidido venir a escucharlo. Pero ahora intenta calmar la poca fiebre que siente y que le apena cuando saluda de mano, esperando no contagiar. Cuando ve la grabadora que guardará sus palabras se acomoda. Una de las mentes más brillantes que ha contado sobre fútbol en los últimos años tiene una humildad conmovedora. Mientras en su cabeza está el último mensaje que su hijo le envió al celular, informándole sobre el partido que Independiente acaba de jugar frente a Arsenal por la Copa Sudamericana, sonríe genuino antes de empezar a contestar.

-¿Qué te ha enseñado México?

Es complicado. Porque lo que te podría responder es su enorme complejidad. Esta debe ser mi octava visita. Está bien, visitas cortas, visitas de trabajo, visitas en entornos un tanto artificiales como son hoteles caros, entrevistas, Polanco (risas) y viajes en auto, muchos viajes en auto.

-¿Te habría gustado bajar y comerte unos tacos en la calle, caminar por un mercado?

¡Claro, caminar, por ejemplo! Es una ciudad (Distrito Federal) que no he podido caminar. Pero me llama mucho la atención la variedad. Yo he estado solamente aquí, en Zacatecas, Monterrey y Guadalajara; y en algunos pueblos cercanos a Guadalajara por esto de que la FIL manda a los autores preparatorios, que es algo muy bueno. Mexico es un país enormemente diverso y enormemente complejo. Y enormemente antiguo. Te explico el porqué antiguo: Argentina es un país donde las culturas precolombinas fueron eliminadas o las etnias aborígenes sumidas en una cultura blanca. No en una cultura mestiza. Entonces, no tenemos pasado. O tenemos un pasado demasiado reciente. Algo que me llama la atención de aquí es la enorme superposición de escalones etnológicos. Supongo que como profesor de historia eso me llama mucho la atención. Porque podemos hablar del México de las últimas décadas e irnos más atrás al México de la revolución, al México del Porfiriato, al México de la independencia, al México de la colonia, al México aborigen; pero, ¿cuál México aborigen? ¿El de los aztecas o todos los demás?. Bueno, yo creo que lo que nota el extranjero es la pervivencia de un montón de esas cosas que tal vez para el mexicano no existe. Para él, México es México y punto; el que le toca vivir ahora. Es un país muy interesante.

-¿Y de su fútbol? Si es que te ha dejado algo.

Mirá, es un fútbol muy distinto al nuestro. Es un fútbol menos apasionado, tal vez. Que creo tiene que ver con las idiosincrasias. Los mexicanos que conozco son muy corteses, muy amables, muy cuidadosos. Yo digo, no es que no les apasionen cosas pero son muy disciplinados al momento de manifestarlas. Los argentinos somos mas caóticos, mas expresivos. Me parece que con el fútbol pasa algo parecido. Ustedes son mas de perfil bajo, diríamos en Argentina. Con su fútbol, aclaro.

-¿Pechos fríos?

No, no. Bueno, a mí eso de pecho frío no me gusta. Es una expresión muy Argentina y muy estúpida, a mí criterio. Es una de las tantas simplificaciones en las que tendemos a caer los argentinos.

-Dices que hemos ‘ involucionado’ en nuestra forma de ver el juego.

Te hablo del fútbol argentino. Te tocara a ti encontrar una similitud en México. Te diría que en los últimos años el fútbol profesional se ha ‘farandulizado’ mucho, se ha vuelto más televisivo. Se ha contagiado de esas categorías básicas de blanco-negro, éxito-fracaso, campeonato-desastre, nosotros somos todo-ustedes son nada, ganar es tocar el cielo-perder es morir. Y el fútbol no es eso. El fútbol es algo mucho más complejo, mucho más variado.

-¿Es seguir cantando en la tribuna cuando tu equipo se está yendo al descenso?

¡Por ejemplo! Y sobre todo saber que descender no es morir, aunque desde la tele te digan durante todo el año que sí. Entonces es muy difícil plantarte y decir: No, solo morir es morir. Cuando yo me muera habré muerto. Cuando mueran quienes yo quiero, moriré con ellos; pero no con Independiente. Independiente se va al descenso y vuelve. Y mientras juegue en el descenso, yo estoy en la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) y estoy atento a los mensajes de mi hijo. Y en medio de una charla grito porque ganamos un partido que pensaba que íbamos a perder… ¡Pobre de la gente que estaba en ese auditorio! Aplaudió, seguro de la vergüenza de verme. Pero digo, estoy vivo. Pero el fútbol profesional le cuesta entenderlo ahora. Y a los medios les cuesta decirlo. Es en ese sentido que hablo de involucionar y embrutecimiento.

-El otro día en un bar, ya medio borrachos, hablaba de fútbol con un amigo. Después de mujeres y religión, claro…

¡Está muy bien el orden!

-… ¿Cierto? Bueno, y nos quejábamos de Blatter, de la FIFA y él soltó de repente: ¡Menos mal que nos queda Sacheri! ¿Qué te provoca esto? ¿Qué sientes de que viajes más de 10,000 km y haya gente ansiosa por escucharte?

(Risas). Bueno, a mí me gusta hacerme a un lado. Creo que ese es el mejor modo de manejar el ego. Porque en realidad detrás de eso de “menos mal que nos queda Sacheri”, en realidad lo que nos queda es “de lo que nos habla Sacheri”. Y eso es lo que sí es válido.

-Pero pocos hablan como tú lo dices.

¡Sí, está bien! Pero muchos leen, y algunos escriben. En Argentina, el cuento de fútbol ha tenido un gran despliegue en estas dos últimas décadas. Precisamente esas dos décadas donde yo te estoy hablando de un discurso mediático empobrecido, básico, estúpido. Es ahí donde aparece la ficción. Y no aparece para enamorarse de las luces, de las estrellas. Aparece para contar ese partido inútil o ese hincha frustrado. Aparece para iluminar todo lo que en el fútbol profesional está a oscuras. La literatura va hacia la penumbra. Y creo que eso nos va a seguir quedando. Aunque me encanta eso de que alguno, ya medio borracho, piense que quedo yo. Me gusta que piensen que el fútbol no es Blatter. El fútbol es lo que jugamos cualquiera de nosotros. Blatter y todos sus vampiros chupan la sangre que pueden de ese fútbol y la convierten en millones de dólares. Pero nada más. Y yo me doy cuenta que los que van a venir hoy, está bien, van a venir a verme a mí. Pero lo que los atrae son los libros. Y los libros ya no son míos. Y me encanta que así sea. Eso es lo estupendo que tiene el arte. El que venga hoy viene porque un libro que escribió un fulano que vive a miles de kilómetros de acá, se enganchó con su propia vida. Por circuitos absolutamente misteriosos para él y para mí. Y eso creo que es hermoso.

-Acaba de morir Daniel Rabinovich (Les Luthiers), que apareció en la película de tu libro “Papeles en el viento”. ¿Cómo te caía él? ¿Qué crees que estén haciendo él y Fontanarrosa donde estén?

Mirá, a Daniel lo conocí gracias a esta repentina celebridad mía. Un día sonó mi teléfono, atiendo y me dicen: “Hola, soy Daniel Rabinovich”. Y yo pensé, al único Daniel Rabinovich que conozco es el de Les Luthiers. Y antes de que dijera algo, me aclaró: “el de Les Luthiers” (Risas). Y me dijo: “mirá, estoy en casa después de la operación, ¿te venís a tomar la leche?”. Que es como nosotros le decimos a los chicos. Bueno, eso era Daniel Rabinovich. Un tipo que había leído un libro mío y le había gustado. Entonces me dice: “estoy acá metido en mi casa y te quiero invitar a tomar la leche”. Y nos tomamos la leche en su casa. Bueno, ahí tenés un maestro de cómo hay que manejar el ego. Y después fuimos a cenar a su casa con mi mujer. Y me presentó a (Juan) Taratuto, el que terminó siendo director de ‘Papeles en el viento’. Y para Taratuto y para mí, Rabinovich era lo mismo: un genio y un sencillo. Y si no hubiera habido un papel para él, lo hubiéramos inventado. A mí me gusta pensar que en los cielos que nos tocan hacemos las cosas que nos gustan. Así que a Rabinovich me lo imagino siguiendo el partido de Independiente con Arsenal por la Copa Sudamericana. Y a Fontanarrosa repasando formaciones de su Central querido. Y de vez en cuando a uno escribiendo y al otro tocando la guitarra. No solo de fútbol vive el hombre.

-¿Te sigues considerando un amateur en esto de escribir?

Depende de lo que signifique amateur y lo que signifique profesional. Yo vivo de esto ahora. Tengo ese rarísimo privilegio. Por lo menos en mi país no es habitual que alguien viva de escribir libros y películas.

-Bueno, aquí tampoco.
Entonces en ese sentido soy un profesional. Pero es que al mismo tiempo que te contesto, me pregunto ¿qué es ser profesional? Tal vez sea que yo tenga una formación universitaria, de familia universitaria, donde el título universitario es algo muy importante. Yo soy licenciado en historia. A escribir no aprendí en ningún lado. Entonces tal vez eso consolide mi idea de que soy un improvisado de la escritura. Feliz, por vivir de eso, pero improvisado al mismo tiempo.

-Empezaste a escribir hace 20 años, ¿en qué has cambiado?

Estoy más tranquilo. Le puedo dejar a mis hijos una prosperidad que hace 20 años no podía. Estoy más seguro de lo que escribo. Tengo menos miedo de que no me entiendan. Adjetivo menos. Eso. Voy mas simple.

-Hoy es el aniversario del nacimiento de Cortázar… No te gusta ‘Rayuela’.

¡No, pará! ¡Amo a Cortázar!

-¡No, yo sé! Pero tú sabes que, en esos círculos donde se usan lentes finos, donde creen tener las verdades absolutas, toman café y fuman mucho, decir que no te gusta Rayuela… ¿Te han corrido de lugares por eso?

Bueno pero de todos modos son lugares a donde no me invitaban (risas). Digamos, yo cargo con varios estigmas; terribles e imperdonables. No estudié letras, no tolero a los críticos, escribo sobre temas cotidianos y encima mis libros se venden. Soy poco menos que el anticristo (risas). ¿Entendés a que me refiero? A mí me vienen puteando desde mucho antes de que dijeran en público que no les gustaba yo… Ah, no, pero cuidado. En esos ambientes, ¿viste que hay modas, también?

-Sí, claro.

Bueno, la última, la última moda en Argentina es que no les guste Cortázar.

-¡¿Ah, si?!

¡Sí! Te adelanto la última moda. Entonces, pero igual como a mí sí me gustan sus cuentos, por suerte sigo estando en la vereda de enfrente de ellos (risas). Así que tengo ese privilegio de que me siguen saludando de lejos, de muy lejos.

-¿El fútbol es el opio del pueblo?

El fútbol puede ser muchas cosas. Puede ser también el opio del pueblo. Y lo acepto porque la dictadura militar argentina se sirvió del mundial 78 y el triunfo le dio un montón de oxígeno a esa dictadura. Entonces, lo es. Como lo fue en la Italia de Mussolini, por ejemplo. Ojo, no es solo eso. Pero puede serlo. Indudablemente puede serlo.

-Ya sabemos qué hiciste cuando el gol de Diego a los ingleses, escribiste de ello, ahora te pregunto ¿qué estabas haciendo cuando Palacio falló esa frente a Neuer en la final del mundial?

¡Ay, era por abajo Palacio! ¡Era por abajo! Ese partido lo vi en el mejor lugar del mundo, que es con mi mujer y con mis hijos. No tuvo el final feliz que sí tuvo aquel partido contra los ingleses, pero cada vez estoy más convencido que lo mejor del fútbol es con quien. Y bueno, tendremos que esperar hasta Rusia 2018 (se lleva las manos a la cabeza y la mueve lamentándose). Difícil.

-Es más difícil para nosotros, si te sirve de consuelo… Supongo que ya has ido al Azteca.

Sí. Pero no pude entrar cuando fui.

-No, no te creo.

No, de verdad. Pasa que es un universo esta ciudad. Entonces, yo vengo por trabajo muy rápido. Una vez, yendo a una entrevista, me dijeron “ahí está el Estadio Azteca”. “Ah, no no, momento, paren acá”, les dije. Me bajé, le di una vuelta. Me faltó abrazarlo y decir: “¡aquí el Diego hizo las cosas que hizo!”

-En el estadio hay una placa conmemorativa de El gol de siglo.

¡¿Ah, si?! Vos sabés que en El Gráfico hay una foto estupenda del gol de Diego. Está sacada detrás del arco; el de Shilton. Pero es tan nítida la foto que se ve la grada opuesta. Y se ve un vendedor de gaseosas, ¡de espaldas subiendo la escalera! ¡Es impactante! Debe de haber sido el único tipo, que estuvo en el estadio ese día, que no vio el gol. Está de espaldas subiendo con su bandeja y atrás está Maradona metiendo el mejor gol de todos los tiempos. ¡Qué bárbaro, es impresionante! Algún día lo tengo que escribir.

-Me imagino que te gustaría entrar a la cancha.

¡Sí! Me tendrían que decir en qué arco fue e ir caminando desde el medio campo, por el lado derecho…

-¿Con una pelota?

¡No no, no cometería tal sacrilegio! Caminando. Pero tengo que ir con mi hijo. No podría hacer eso sin él, no me lo perdonaría.

-Si entrara Edgardo Codesal en estos momentos, ¿qué le dirías?

Ladrón. Nos robó. No sé si ganó algo por robarnos, pero lo hizo. No fue penal.

-¿Sigues puteando a los árbitros?

¡Por supuesto! Cuando se lo merecen, sí. Hay muy pocos árbitros aplaudibles en mi país. Alguno hay, a veces. (Javier) Castrilli era uno de esos. Pero en general son ¡muy mediocres!… Y es que aparte, ¿quién los obliga?

-Es un poco suicidarse lentamente, ¿no?

¡Claro! Es un rol muy difícil y muy odiado. ¡Si vas a hacerlo, hacelo bien!

-Mira que Diego acaba de ir con Ali Bennaceur, el árbitro tunecino de ese partido frente a Inglaterra. Le dio una foto y le llamó “amigo eterno”.

(Risas) Me van a tener que disculpar (hace referencia al título del cuento que escribió sobre Maradona), pero yo del Diego fuera de la cancha, no hablo.

-¿Te cuesta más trabajo defenderlo cada día que pasa?

No, siempre me costó trabajo. Pero mi gratitud se me impone, por eso no hablo. Yo en ese texto lo dejo claro. No hablo no porque esté de acuerdo con él y no lo voy a idolatrar con las barbaridades que hace. Pero bueno, me mantengo. No hablo (risas).

-Eduardo, en ‘Ser Feliz era esto’, uno empieza a leerlo esperando escuchar el pitazo inicial. Y uno acaba el libro, y no solamente no llegó el partido de fútbol sino descubres que estás llorando. Tienes una hija de 14 años. ¿Lo escribías y la volteabas a verla? ¿Hay mucha autobiografía en ese libro?

Sí, claro, la hay. Pasa que es un proceso necesario de libro a libro, para mí. Uno tiene que desconfiar de lo que le sale bien. De lo que te sale mal no necesitas desconfiar porque es evidente. Pero de lo que te sale bien tienes que desconfiar en el sentido de decir: ahora vamos a hacer algo distinto, otra cosa. Fue mi primer novela después de ‘Papeles en el viento’. Una novela muy futbolera, muy masculina, muy de independiente. Entonces, ‘Ser Feliz era esto’ fue arrancar con una imagen de una chica enfrentando a un tipo y diciéndole: Me parece que vos sos mi papá. Y hay historias que necesitan ser un clima, por eso no hay expresión. Digamos, vos te conocés con alguien y no necesariamente hay una explosión. Pero puede pasarte que a lo mejor, nueves meses después, te das cuenta que esa persona te cambió la vida para bien. ¿Y dónde estuvo la explosión? No fue necesaria. A veces pasa.

-Tu padre muere cuando tenías 10 años. Has dicho que el fútbol te salvó; Independiente.

Me salvó sobre todo jugarlo. Independiente es de las cosas que más quiero en la vida. Detrás de mi familia, de mis amigos y de algunas antiguas ideas políticas. Te doy un ejemplo. Hoy jugó por la copa sudamericana. Mi hijo me mandó un mensaje que dice: zafamos. No sé si significa que empatamos o que ganamos 1-0. Te diría que, en estos momentos, me importa más saber qué significa ese zafamos que el futuro de la humanidad. Sí, mi padre murió cuando era muy chico. Y se enfermó mucho antes. ¿Qué alcancé a compartir yo con mi papá? El fútbol, Independiente. Eso significa para mí. Ahora con mi hijo sigo teniendo ese vínculo. Cuando descendimos yo quería bajar a la cancha y pegarles a a los jugadores para que no llorara mi hijo.

-Bueno, Eduardo. Yo solo espero que la gente que te transporta por toda la ciudad te deje caminarla un poco. Porque me fascinaría leer un cuento en donde uno de tus personajes diga: “No mames, güey”. No sé si te lo has planteado, sobre todo por todas las veces que ya has estado en México.

(Risas) Bueno, si bien he estado ya varias veces acá, por respeto no podría escribir algo situado en México. Igual si lo escribo, un argentino distraído podría tomarlo como verosímil, pero ningún mexicano se le creería. Hay un viejo consejo de escritura de Heminway, entre muchos otros, él recomendaba siempre escribir de lo que uno verdaderamente conoce.

-O un libro de conversaciones con Villoro como el que escribió con Caparrós donde, educadamente, iban comentando la participación de sus selecciones en el mundial.

¡Esa es una mejor opción! Tal vez a raíz de la Copa América del próximo año, por ejemplo.

-Sí, porque Necaxa e Independiente no creo que jueguen frente a frente pronto.

Bueno, Independiente ya ha vuelto al circuito internacional… Necaxa, sospecho que no (Risas).