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Madrid.- Partidos como éste son los que deciden una Liga. No tanto por los puntos que hay en juego -que también- sino por el carácter que se necesita para enfrentarlos. El carácter, la concentración, la vocación, el convencimiento interior de que vas a ganar salvando cualquier circunstancia. Estos partidos los gana quien más dispuesto está a hacer lo que haga falta para imponerse, y para dejarle clara la jerarquía al contrario. Partidos como éste no deciden sólo una Liga, sino quién merece la dulcísima caricia de la gloria. La mano abierta del deseo lo quiere todo.
El Barcelona empezó administrado y el Atlético presionando. Duro disparo de Saúl que despejó Bravo, con los puños, a córner. El Barça llegó al minuto 5 sin haber podido superar el medio campo, defendiendo el único argumento de la paciencia para sacudirse la presión altísima del Atlético. Los equipos que le juegan al Barça con esta intensidad en la primera parte, suelen desvanecerse en el segundo tiempo.
Pero en el minuto 9 Alba falló en la defensa de Carrasco, que pudo centrar desde la banda derecha para ponerle un balón franco a Koke, para que lo rematara batiendo a Bravo. Le tocaba remar al Barça. Ordenado y valiente partido del Atlético, que merecía claramente la victoria. Durante el primer cuarto de hora, los de Luis Enrique alcanzaron la dudosa marca de no haber tenido ni una sola oportunidad.
Neymar se dolía del pie izquierdo y salieron a calentar Munir y Arda. Augusto dejó clavado a Busquets pero chutó desviado. Brillante planteamiento de Simeone, que conseguía -con menos talento pero con más inteligencia- anular las virtudes del Barcelona. Impotente Luis Enrique, resoplaba en la banda.
En el 25, primer disparo azulgrana; los visitantes habían chutado cuatro veces contra la portería del Barça. ¡Qué incómodo puede llegar a ser el Atlético! El Barcelona consiguió a partir del 27 controlar mejor su ataque, y encerrar al rival en su campo. En el 29, la presión tuvo su premio y Mascherano recuperó un balón para entregárselo a Neymar, que a su vez se lo puso a Alba. Y Alba, con un punto providencial de pausa, paró el mundo y encontró una milagrosa línea de asistencia para Mesi, que remató durísimo y de primeras, haciendo subir el empate al marcador.
Y en el 37, Oblak, que en toda la Liga sólo había encajado 3 goles fuera de casa, vio pasar por debajo de sus piernas el 2 a 1 que le coló Suárez, aprovechando una larga asistencia de Alves. Suárez ganó la posición protegiendo la pelota con el cuerpo, dejándola correr hasta el momento del único y letal impacto. Gran gol de Suárez.
En el 40, horrible patada de Juanfran a Neymar. Juanfran fue amonestado pero no se trata de eso. El fútbol es otra cosa. El deporte es otra cosa. Y hasta ser buena gente es otra cosa. No se puede ir de este modo a hacer daño. Y en el 43, tanta violencia gratuita, injustificable y absolutamente impropia de un mundo civilizado, tuvo el merecido castigo de la roja directa a Filipe Luis por su plancha a Messi. ¡Ya está bien! ¡Estas agresiones son intolerables! ¡Son mucho más que faltas y tendrían que denunciarse ante la justicia ordinaria! Al final Messi no tuvo que lamentar daños más graves, pero podría haber quedado fácilmente KO hasta final de temporada. Muy oportunamente, llegó el descanso.
Segunda mitad más pausada
La segunda parte empezó más pausada. Calma en el Barça, el Atlético le esperaba. Nada que ver con la tensión competitiva de la primera parte. El partido perdió incuestionablemente con la acertada expulsión de Filipe, en una demostración más de hasta qué punto este tipo de violencia perjudica a todo el mundo, empezando por quien comete el error de practicarla. A Simeone y a su equipo -y a Filipe Luis, y a Juanfran- les sobra calidad como para tener que caer tan bajo.
El Barça buscaba sentenciar y el Atlético no se rendía en una notable lección de coraje: en dos acciones seguidas, ambas protagonizadas por Carrasco, pudo lograr el empate. En el 54, con una memorable carrera del belga por la banda, todo potencia, todo alma, que sólo Piqué pudo desbaratar cediendo un córner. En el 56, también el belga centró y Griezmann casi marca, pero compareció Bravo con su acostumbrada solvencia. Bien los madrileños, mucho mejor que cuando sacan la navaja. Pero en el 20, Godín, que es uno de los mejores centrales del mundo, volvió incomprensiblemente a las andadas de una violencia tan absurda como innecesaria, y se ganó la segunda amarilla, dejando a su equipo con 9. Una falta intolerable, sí. Pero sobre todo, extemporánea. Fueron tan claras las expulsiones que ni Simeone osó protestarlas. Hablando de cosas prescindibles, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, estaba en el palco.
El Barça no quiso hacer sangre, pero es justo reconocer que el Atlético resistió con dignidad pese a su inferioridad numérica. El de ayer fue uno de esos partidos en que uno de los dos equipos demuestra que está más entero, más maduro, y que lo quiere todo. Y hoy por hoy, este equipo es el Barça: contra el Atlético, en España y en el mundo.