La Jornada
Culiacán.- En las negociaciones para liberar a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán participaron no sólo Ismael El Mayo Zambada, jefe del cártel de Sinaloa, sino el capo Rafael Caro Quintero e incluso el gobierno federal, revelaron fuentes del semanario Ríodoce cercanas al caso.
Los tratos entre el grupo de Nemesio Oceguera, El Mencho, líder del cártel Jalisco Nueva generación (CJNG), y sus homólogos del cártel de Sinaloa, no fueron tersos, sino ‘‘accidentados y con jaloneos’’.
Un factor que se puso sobre la mesa de negociación fue la suerte del hijo de Oceguera, Rubén Oceguera González, El Menchito, preso en el penal federal número 13 de Oaxaca, y la posibilidad de asesinarlo si no soltaban a los hijos de El Chapo Guzmán: Iván Archivaldo, heredero de los negocios de su padre, Alfredo y César.
La PGR niega la versión
El Menchito, según fuentes de Ríodoce, fue confinado dentro de dicha penitenciaría y puesto bajo presión permanente hasta que los levantados en el restaurante La Leche, de Puerto Vallarta, fueron liberados. Fuentes de la Procuraduría General de la República (PGR) negaron esta versión.
Otras fuentes cercanas al caso indicaron que en un momento dado las negociaciones fueron tensas debido a que del lado del cártel de Sinaloa usaron a El Menchito como ‘‘factor preponderante’’, y advirtieron que si los Guzmán no salían vivos, la respuesta sería: ‘‘ojo por ojo, diente por diente’’.
De acuerdo con los informantes, el gobierno federal intervino al más alto nivel para tratar de destrabar este conflicto. Aseguraron que funcionarios del área de seguridad y militares intercedieron una vez que se atoraron las negociaciones y salieron a relucir posibles alternativas violentas entre organizaciones criminales de gran poderío.
‘‘No quería Nemesio Oceguera dar su brazo a torcer, por eso lo presionaron con su hijo preso’’, aseveró una persona cercana a estos acontecimientos. Rubén Oceguera González, El Menchito, se encuentra recluido en el penal federal número 13, ubicado en Miahuatlán, Oaxaca, acusado de delincuencia organizada y posesión ilegal de armas de fuego y cartuchos.
Por su parte, Rafael Caro Quintero conserva cierta influencia en Guadalajara, Jalisco, la que fue su segunda casa y donde mantiene poder en el negocio del trasiego de drogas. Ahí se estableció luego de huir de la Operación Cóndor, campaña antidrogas que se desplegó en la década de los 70 y 80 en la sierra sinaloense con la participación de más de 10 mil soldados.
Volviendo a la liberación de los hijos de El Chapo Guzmán, esto fue un factor que ayudó en la interlocución, igual que la intervención de El Mayo Zambada. Pero cuando la situación se complicó, detallaron las fuentes de Ríodoce, fue el gobierno federal el que metió mano.
‘‘En la negociación más fuerte se metió el gobierno federal, se involucró al hijo de El Mencho como factor de negociación, y al mismo Rafael Caro Quintero; esto evitó que se hiciera un desmadre de violencia.’’
Los hermanos Iván Archivaldo, Alfredo y César Guzmán fueron secuestrados por un comando el pasado 15 de agosto, cuando festejaban el cumpleaños del primero en el restaurante La Leche, en Puerto Vallarta.
Contra lo que se ha dicho, los ‘‘menores’’, como se llama a los hijos de Guzmán Loera, sí tenían escolta, pero ésta fue fácilmente sometida por los secuestradores. Afuera del restaurante cerca de 16 pistoleros resguardaban a los Guzmán, pero el grupo atacante era integrado por cerca de 50 sujetos armados. Otro de los hermanos, Ovidio, no estaba en el festejo, pero sí en Puerto Vallarta, aunque optó por quedarse en el hotel Marriot, en el que todos se habían alojado.
La reunión tenía por objetivo festejar el cumpleaños de Iván Archivaldo, el 15 de agosto, y habían acudido familiares y amigos. En total unas 16 personas. La noche del viernes 19 de agosto fueron liberados. Primero fueron puestos en libertad Iván Archivaldo y su suegro, pero éstos decidieron permanecer en Jalisco hasta que los restantes también fueran soltados.
Un día antes, los grupos que integran la organización criminal liderada por Ismael El Mayo Zambada fueron convocados a una reunión en un rancho ubicado muy cerca de Culiacán. Provenientes de varias regiones de Sinaloa y de otros estados, Los Mayos llegaron en grupos pequeños, junto con escoltas y colaboradores. Aquello –según los informantes– fue un ‘‘hervidero’’ de hombres armados.
Afuera, varias camionetas rodeaban el rancho. Todas tenían tripiés y en capacetes y cajas llevaban ametralladoras automáticas, decenas de cargadores y cientos, miles de cartuchos.
El motivo del encuentro fue analizar el secuestro de los hijos de El Chapo Guzmán por miembros del cártel Jalisco Nueva generación, las negociaciones para su liberación, posibles consecuencias y la posibilidad de tener que iniciar una acometida contra el grupo rival.
Uno de los asistentes, quien había acudido ‘‘acompañando a unos familiares y para saludar a un viejo amigo’’, se vio envuelto en ese ambiente y le dio miedo. Después de observar camionetas de lujo con ametralladoras empotradas y una ‘‘marabunta’’ de desconocidos armados, dijo: ‘‘Mejor me voy, compadre. Me siento como en Irak’’.
Versiones del cártel de Sinaloa advierten que el secuestro de los hijos de El Chapo, la tensión, negociaciones y amenazas producto de este suceso son el preámbulo de una guerra entre esta organización criminal y el cártel Jalisco Nueva generación.