John Ackerman/ La Jornada
Ciudad de México.- El aumento al precio de la gasolina es el resultado directo de la reforma energética impulsada por el Pacto por México, conformado por PRI, PAN y PRD. La privatización y el desmantelamiento de Pemex obligan al gobierno a comprar cada vez más gasolina del extranjero, así como a elevar los impuestos a los consumidores para compensar por la sangría de recursos hacia las empresas petroleras privadas. Si los gobiernos del PRIAN hubieran invertido en la modernización y el fortalecimiento de Pemex, las autoridades hoy contarían con suficientes recursos para cumplir con todas sus responsabilidades, sin tener que saquear cada vez más los bolsillos de los mexicanos.
La fórmula es sencilla: entre menos ingresos propios tiene el Estado, más debe recurrir a los ciudadanos para su aportación forzosa. Esperamos que el inaceptable gasolinazo de 2017 ayude a las clases medias
urbanas a despertar de su letargo conformista, al darse cuenta de que el neoliberalismo no solamente lastima a los más pobres, sino también a ellos de manera directa y personal.
Quienes rechazan nuevos impuestos también deben estar contra las políticas privatizadoras. La mejor forma de evitar un aumento en la carga fiscal no es con el suicidio del Estado, sino con la construcción de un nuevo gobierno honesto, social y autosustenable.
Ahora bien, pagar impuestos adicionales podría ser aceptable si tuviéramos la certeza de que los recursos fueran utilizados con responsabilidad y para los menos favorecidos, pero los mexicanos tenemos perfectamente claro que con el régimen actual el dinero recaudado no se utiliza para apoyar a la población, sino solamente para enriquecer a los integrantes de la clase política, sus socios y sus familiares. Los drásticos recortes en materia de salud, cultura y educación para 2017 comprueban la falta de compromiso social del gobierno actual (véase: http://ow.ly/1iGz307B3I2), y el reciente desastre en el mercado de San Pablito en Tultepec, estado de México, ha confirmado una vez más que las instituciones del Estado mexicano han dado la espalda a la población.
Las hipócritas protestas tardías de parte de PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC) contra los gasolinazos darían risa si no fueran tan indignantes. El PAN es el principal responsable de la situación actual. Vicente Fox y Calderón destruyeron Pemex y desmontaron la economía nacional. Convirtieron a México en un barco de papel sin ancla que hoy se deja arrastrar por los vientos de los flujos financieros globales. Los responsables del desastre económico actual tienen nombre y apellido: José Antonio Meade, secretario de Hacienda, tanto con Felipe Calderón como con Enrique Peña Nieto, y Agustín Carstens, el primer titular de Hacienda de Calderón y ahora gobernador del Banco de México con Peña Nieto.
El excitado apoyo del PRD al Pacto por México hizo posible la traición a la patria que implicó la aprobación de la reforma energética en 2013. Los votos de PRD y MC en favor, en lo general, tanto de la Ley de Ingresos como de las reformas a la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, de Peña Nieto, en 2016, allanaron el camino para los aumentos al precio de la gasolina que hoy todos tenemos que pagar.
En contraste, desde el primer momento y sin titubeos, Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena, han mantenido una férrea resistencia tanto a la privatización de servicios y recursos públicos como a cualquier nuevo impuesto.
Las marchas y las protestas son muy importantes como vía para expresar y desahogar la indignación ciudadana. Sin embargo, solamente funcionan para modificar políticas públicas cuando los gobernantes tienen sensibilidad social y política. Quien crea que el actual secretario de Hacienda y los comisionados de la Comisión Reguladora de Energía van a echar atrás el gasolinazo por una marcha o un boicot de unos días, seguramente también cree que los Reyes Magos en persona llevarán regalos a los niños de México este próximo viernes en la mañana. Una condición sine qua non para que los ciudadanos podamos jugar el papel protagónico que nos corresponde es el establecimiento de un gobierno participativo y popular que respete la institucionalidad democrática y escuche a su población. En otras palabras, hace falta un gobierno totalmente nuevo y diferente, un giro de 180 grados en comparación con lo que hemos vivido con Calderón y Peña Nieto. ¿Es mucho pedir?
PD: En un evidente intento de provocación, el subcomandante Galeano se ha burlado del pensamiento supuestamente adolescente
de quien escribe estas líneas. Mi hermosa hija adolescente, cuyos ojos brillan con esperanza, inteligencia y valentía, me dice que no vale la pena contestarle a quien descalifica sin argumentos y ataca sin razón. Coincido. Solamente me queda ratificar una vez más mi total y absoluto apoyo para la digna lucha milenaria de los pueblos indígenas de Chiapas, México y el mundo por la justicia. Ya basta de sectarismos estériles. Juntos, morenos, zapatistas, indígenas, estudiantes, feministas, obreros, maestros y todas las organizaciones y sectores sociales del país, deberíamos jalar parejo para expulsar al mal gobierno de Los Pinos en 2018.