John Ackerman/ La Jornada
Ciudad de México.- Si Enrique Peña Nieto realmente quisiera defender a México, no mantendría en secreto sus conversaciones y acuerdos con Donald Trump. Y si Carlos Slim de verdad buscara unir y fortalecer a México, repatriaría sus inversiones estadunidenses y devolvería a los mexicanos aquella parte de su fortuna acumulada a partir de abusos monopólicos y pactos con el poder.
Los discursos vacíos de estos y otros personajes son perfectamente inútiles para aminorar la tormenta que se avecina. En lugar de palabras, México reclama acciones.
Respaldar a Peña Nieto en el contexto actual es la peor estrategia posible. El actual ocupante de Los Pinos se lleva mejor con Trump que con el pueblo mexicano y trabaja estrictamente en función de los intereses de las grandes empresas trasnacionales. A Peña Nieto no le interesa defender a México, sino solamente apoyar los negocios de sus amigos y garantizar su propia impunidad transexenal.
Recordemos el ilegal y traidor acto de campaña que Peña Nieto le organizó a Trump en Los Pinos el pasado 31 de agosto en medio de las elecciones presidenciales estadunidenses. El organizador de aquel encuentro, el saqueador en jefe Luis Videgaray, ahora funge como secretario de Relaciones Exteriores. Y la primera acción de Videgaray como canciller fue entregar a Joaquín El Chapo Guzmán en bandeja de plata justo a tiempo para la toma de posesión del magnate neoyorquino.
Durante la semana pasada, el presidente mexicano más repudiado en la historia no ha respondido a Trump como un hombre de Estado, sino como un lacayo. Peña Nieto no suspendió su asistencia a la reunión programada en Washington para el 31 de enero hasta después de que Trump mismo la hubiera cancelado por la vía de los hechos, con un tuit amenazante y descalificador sobre el necesario pago del muro por México como condición para la celebración del encuentro.
Posteriormente, como una mujer sujeta a abuso que se arrepienta por haber tenido la osadía de levantar la voz a su marido golpeador, Peña tomó el teléfono para llorarle a Trump durante más de una hora para que lo disculpara por haber respondido a su exabrupto de una manera tan descortés. Le explicó al jefe de la Casa Blanca que fue obligado a anunciar su retiro de la reunión por la situación política tan complicada que se vive en su país, pero que una vez superada
la coyuntura podrán volver a reunirse para conversar sobre las modalidades y los plazos para el pago del muro fronterizo.
Pero, a diferencia de las dignas mujeres golpeadas, Peña Nieto no es ninguna víctima, sino un claro victimario. El actual ocupante de Los Pinos no representa ni defiende a México, sino que funge como un empleado más de Washington. Empoderarlo entonces implica entregar el destino de México a alguien que ha confirmado una y otra vez su desprecio para el país y su pueblo.
El llamado a la unidad
en favor de Peña no es entonces más que la redición del viejo Pacto por México con el cual se inició el sexenio actual. Como aquel pacto, no se busca superar las diferencias, sino simplemente acabar con cualquier oposición al régimen. El partido Morena y Andrés Manuel López Obrador hacen lo correcto en negarse a participar en esta nueva farsa. Y es una vergüenza que los otros partidos supuestamente de oposición
y de izquierda
, como el PRD y MC, se hayan sumado a esta renovada cortina de humo.
Slim, por su parte, nos invita a no sobredimensionar la amenaza de Trump. El oligarca mexicano dice que el nuevo presidente no es un Terminator y celebra los grandes dotes de negociador del nuevo ocupante de la Casa Blanca. A Slim no le importa lo que pase en nuestro país porque para él México es solamente una nación más en un tablero internacional donde él tiene ampliamente diversificadas sus inversiones. La devaluación del peso y la construcción de un muro no le afectan, o incluso le podrían llegar a beneficiar.
Si Slim realmente quisiera apoyar a México tendría que poner su dinero donde está su boca
(Put your money where your mouth is), como dicen sus amigos estadunidenses, y anunciar inmediatamente la venta de sus activos al norte del río Bravo para recanalizar los recursos hacia nuevas inversiones millonarias en México. Si Ford y Carrier se retiran de México, que Slim demuestre su supuesto amor a la patria retirando sus negocios de Estados Unidos.
Ahora bien, los ciudadanos de a pie también debemos actuar. Un boicot general a los productos y los servicios estadunidenses es una estrategia muy efectiva tanto para enviar un mensaje a los poderes fácticos del otro lado como para apoyar a los productores locales. Entre menos compramos en Walmart, Costco, Sams, Homemart y Starbucks, mejor. También habría que cancelar nuestras cuentas y tarjetas en Citibanamex, el único banco estadunidense en el país. Las posibles afectaciones a corto plazo a los mexicanos que actualmente laboran en estas empresas serán más que compensados por el fortalecimiento a mediano y largo plazo de la economía mexicana en su conjunto.
Juntos y organizados venceremos.