El Música
Aguascalientes, Ags.- Algo no está funcionando en la principal dependencia del gobierno del estado. Y esa es la Secretaría General de Gobierno.
No hay duda de que a Javier Luévano Núñez el puesto le ha quedado gigante, no puede con el enorme paquete que le endosó su patrón, el gobernador Martín Orozco.
Se anunció desde la primera semana de esta administración estatal que iban a despedir a mil 200 trabajadores que le fueron heredados de la gestión tricolor de Carlos Lozano.
Eso no es una novedad, finalmente cuando hay cambio de gobierno aunque sean del mismo color, los ceses están al orden del día.
El asunto aquí es que más allá de que sí se deben remover a personas que no desquitan y que cometen actos de corrupción, la cuestión es el por qué se han cesado alrededor de 2 mil personas de todas las dependencias de gobierno y entre ellas hay decenas de empleados que han demostrado con creces no tener color partidista en primer lugar, pero sobre todo que saben hacer las cosas y por ende hasta plaza laboral tienen.
La guillotina que ha ordenado, Javier Luévano no respeta ni capacidad ni antigüedad, pero ni siquiera vamos, respeta un cierto orden de sentido común.
¿A quién se le ocurre despedir personal en áreas completas? Acertaron al bisoño secretario de gobierno.
Sacrifican la labor burocrática y frenan la operación de dependencias tan importantes como una Junta de Conciliación y Arbitraje que de por sí está atrasada en sacar resolutivos, lo mismo que el Registro Público de la Propiedad, entre otras.
Lo único que está generando es crear problemas más grandes de los que de forma natural le brotarán con las decenas o cientos de demandas de aquellos que no acepten el convenio que les ofrezcan por parte del gobierno de Aguascalientes.
Si no lo van remover a él del cargo, le urge pero con carácter de extremo uno o varios asesores de esos que sí le sepan a la operación política, jurídica y administrativa. Porque hasta ahora a poco más de dos meses de este gobierno al menos una cosa queda claro: Javier Luévano no le entiende ni un ápice.
Si la idea de Orozco Sandoval era exhibir como ignorante a Luévano ya lo logró, el asunto es que también esas broncas le salpican.