Brújula Bike
Cuando vemos en televisión las grandes carreras del calendario en las que los ciclistas profesionales afrontan esos impresionantes colosos de Alpes y Pirineos buscar las comparaciones con lo que nosotros hacemos cada vez que salimos con nuestra bici a pedalear hace que cobre sentido la frase que dice que las comparaciones son odiosas.
Si además la carrera ha pasado por lugares que solemos frecuentar y cometemos la insensatez de acudir a Strava a comparar sus tiempos con los nuestros vemos que sus rendimientos están en otro planeta en comparación con nuestras paupérrimas prestaciones.
Evidentemente, la potencia que son capaces de mover los ciclistas profesionales y su óptima relación peso/potencia, los famosos vatios por kilo a los que siempre se hace referencia para determinar el rendimiento, tienen mucho que ver en la velocidad a la que pueden encarar los puertos. Sin embargo, no todo se ciñe a esta cifra sino que hay varios factores más en su forma de subir los puertos y de los cuales podemos extrapolar algunas lecciones.
El primero de ellos es la influencia de la aerodinámica, un aspecto cada vez más relevante y no sólo en el ciclismo de competición. Evidentemente, ellos son capaces de subir por encima de 15 o 20 km/h, cifras a partir de las cuales la aerodinámica comienza a ser un factor a tener en cuenta por la gran mayoría de rampas que se suelen encontrar en las carreteras.
Nosotros también podemos desarrollar esas velocidades en puertos más tendidos donde, si lo que buscamos son nuestras mejores prestaciones, es estúpido regalar segundos al cronómetro yendo agarrados en la parte horizontal del manillar con la espalda erguida o llevando el maillot abierto.
También la táctica empleada durante la ascensión tiene mucho que ver en la forma en la que los profesionales encaran los puertos. En muchas ocasiones se producen movimientos que quienes siguen de forma menos habitual las competiciones pueden no entender. Como un equipo apretando en la aproximación a un puerto para que sus rivales afronten la subida con fatiga y colocar a sus líderes en una posición óptima que les permita ahorrar esfuerzos; o una escuadra protegiendo a su líder y marcando el ritmo más apropiado según sus requerimientos.
Ya hemos mencionado la influencia de la aerodinámica, un factor que se multiplica si añadimos el efecto de rodar a rueda de otros ciclistas, de nuevo, maximizado por las velocidades a las que los ciclistas profesionales son capaces de rodar en los puertos.
Cuando rodamos con compañeros en grupeta o participamos en una marcha cicloturista nosotros también podemos aprovechar este factor, ahorrando fuerzas si la situación lo requiere a rueda de otros participantes o aprovechando la ayuda de un amigo que nos marque el ritmo para atacar ese KOM que se nos resiste.
Sin embargo, el factor en el que más podemos trabajar para mejorar nuestras propias ascensiones es en la gestión del ritmo, a menudo, un aspecto descuidado por los cicloturistas que se dejan llevar por sus sensaciones o por la obsesión por no ceder del grupo en el que ruedan sin tener en cuenta si el ritmo al que escalan está dentro de sus capacidades.
Los equipos profesionales llevan a cabo un intenso análisis de cada etapa, determinando a sus ciclistas los ritmos que han de mantener en cada una de las ascensiones para llegar a los momentos decisivos de las etapas con las fuerzas lo más intactas posibles para poder disputar la carrera con todas las garantías.
Con la normalización de los medidores de potencia, herramienta cada vez más habitual entre los cicloturistas, nosotros también podemos gestionar el ritmo con total precisión, ya no a lo largo de una etapa sino también en lo que refiere a un puerto en concreto.
Cuando ascendemos un puerto conocido ninguno tenemos dudas de donde hay que apretar y en que partes podemos recuperar fuerzas. Sabemos al detalle cuales son las rampas más duras y cuál es el ritmo óptimo que tenemos que llevar para coronar sin venirnos abajo.
No conocer un puerto no debería resultar problemático ya que hoy en día podemos visualizarlo de antemano con herramientas como Street View, conocer los porcentajes de sus rampas con todo detalle gracias a las múltiples webs de altimetrías e incluso conocer si el viento va a suponer un factor en su ascensión. Con toda esta información y conociendo nuestras cifras de potencia podemos calcular fácilmente cuánto tiempo nos va a llevar la subida y, por tanto, qué ritmo vamos deberíamos ser capaces de mantener.
Una forma de afrontar los puertos que la tecnología ha democratizado y que, hoy en día, nos permite afrontar una etapa montañosa con plenas garantías de cumplir nuestros objetivos.