Redacción
La vida en la Tierra es un constante cambio que ha llevado a la extinción a millones de formas de vida. Una gran cantidad de flora y fauna ha desfilado por el planeta azul; cómo es el caso del monstruo Tully.
Hace nada menos que 300 millones de años un bicho muy raro vivía en la Tierra, y durante mucho tiempo se especuló sobre su línea evolutiva, al no saber si era invertebrado o vertebrado, pero gracias a la tecnología, el misterio ha sido resuelto.
El estudio de la flora y la fauna que ha existido, permite a los científicos entender las condiciones de vida en el pasado, al igual que, intentar descifrar los misterios e historia evolutiva de los animales que hoy en día existen.
Encontrar indicios de vida pasados, sin duda alguna es una de las mayores satisfacciones para los científicos, pero, en el caso del monstruo Tully, generó un sinfín de preguntas.
El animal existió hace 300 millones de años, durante el período Carbonífero y su hábitat eran aguas costeras poco profundas. Tras el deceso drástico de su población este singular animal no logro adaptarse a nuevas condiciones, generando la muerte de toda la especie. Algunos ejemplares quedaron cubiertos de limo y encerrados en roca, debido a este proceso, el animal se mantuvo preservado en fósiles.
Desde que se descubrieron los restos fósiles, los investigadores han tratado de describir taxonómicamente a la especie, pero, una duda constante era saber si se trataba de un vertebrado o un invertebrado. Recientemente, un equipo de investigadores en Japón asegura haber encontrado evidencia de que el monstruo Tully (Tullimonstrum gregarium) no era vertebrado.
«Creemos que se ha resuelto la duda entre invertebrado y vertebrado. De acuerdo a múltiples líneas de evidencia, la hipótesis de los vertebrados para el monstruo de Tully resulta insostenible, ya que la criatura tenía una segmentación en la cabeza que se extendía desde el cuerpo… Una característica que no se conoce en ningún linaje de vertebrados y que sugiere una afinidad con los no vertebrados», comenta Tomoyuki Mikami, coautor del estudio.
Para poder llegar a esta conclusión que por años generó debate entre la comunidad científica, los investigadores usaron una tecnología de imágenes 3D.
El equipo llevó a cabo una investigación exhaustiva, donde recolectaron más de 150 especímenes de monstruos Tully y más de 70 fósiles de otras criaturas del lecho fósil excepcionalmente detallado de Mazon Creek, y los sometieron a escaneo láser 3D de alta resolución y tomografía microcomputadora de rayos X.
El avance de la investigación fue publicado en la revista Paleontology y aún queda trabajo por hacer, ya que, pese a conocer que se trata de un invertebrado, aún faltan puntos por definirse, como su clasificación taxonómica exacta y qué tipo de invertebrado era el monstruo Tully.
El monstruo Tully era particularmente raro: tenía posiblemente un par de aletas similares a las de una sepia (aunque la fidelidad de la preservación de los fósiles de cuerpo blando hace que sea difícil de determinar), y una trompa larga provista de ocho dientes afilados pequeños con los que puede haber explorado activamente el fondo marino para atrapar pequeños animales y detritos comestibles en el fondo fangoso.
Estos peculiares animales también tenían un tallo que sobresale de cada lado de la parte inferior del cuerpo hacia adelante, simulando un ojo u otro órgano sensorial, pero esto es especulativo, ya que, al tratarse de fósiles de cuerpo blando, mucha evidencia se pierde con el pasar del tiempo. Esta apariencia tan extraña, es el motivo por el que se le denomina como «monstruo Tully»
Con información de Enséñame de Ciencia