Redacción
EU.-Una investigación publicada en “JNeurosci” reveló que castigar a un delincuente puede ser más gratificante para el cerebro que apoyar a una víctima. Este estudio se basó en la actividad cerebral de hombres jóvenes mientras participaban en un “juego de justicia”.
En este juego, los participantes tenían la opción de castigar a un “tomador” que había robado fichas o apoyar a la víctima del robo ayudándola a recuperar sus fichas. Curiosamente, se observó que los participantes mostraban una mayor propensión a castigar al infractor, especialmente cuando habían experimentado la injusticia directamente, y menos inclinación a imponer castigos cuando habían sido observadores de la injusticia.
La actividad cerebral durante la decisión de castigar se asoció con el área del cerebro implicada en el procesamiento de recompensas conocida como el estriado ventral, y esta actividad cerebral correspondía con la severidad del castigo aplicado. Además, se estudió el efecto de la oxitocina, una hormona vinculada previamente con el acto de castigar, encontrando que los participantes expuestos a la oxitocina tendían a emitir castigos más frecuentes pero menos severos, sugiriendo que la oxitocina podría fomentar castigos correctivos suaves para mantener la equidad.
Castigar a un delincuente puede ser más gratificante para el cerebro que apoyar a una víctima, según sugiere una nueva investigación publicada en “JNeurosci”, que midió la actividad cerebral de hombres jóvenes mientras jugaban a un “juego de justicia”.
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Los participantes del estudio jugaron a un juego en el que dos jugadores, un taker (tomador) y un partner (socio), cada uno comienza con 200 fichas. El primero puede robar hasta 100 fichas del segundo, y luego el segundo puede tomar represalias al gastar hasta 100 fichas para reducir el alijo del primero hasta en 300 fichas. Los participantes jugaban como un socio o un observador, que podían castigar al tomador o ayudar al socio gastando fichas para aumentar el alijo del socio.
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La investigadora Mirre Stallen, de la Universidad de Leiden, en Países Bajos, y sus colegas descubrieron que los participantes estaban más dispuestos a castigar al tomador cuando experimentaban la injusticia directamente como un socio en comparación con un observador externo.
La decisión de castigar se asoció con la actividad en el cuerpo estriado ventral, una región del cerebro involucrada en el procesamiento de la recompensa y distinguible de la severidad del castigo.
Antes de comenzar el experimento, a todos los participantes se les administró un aerosol nasal, con algunos asignados al azar para recibir la hormona oxitocina, que se ha sugerido que tiene un papel en el castigo.
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Los participantes en el grupo que recibió la oxitocina optaron por aplicar castigos más frecuentes, pero menos intensos.
Este hallazgo implica que la oxitocina en castigos correctivos es similar a una amonestación menor para mantener la equidad.
Este estudio no solo arroja luz sobre las reacciones cerebrales ante la injusticia y las decisiones sobre castigo y compensación, sino que también destaca el papel de la oxitocina en la modulación de estas decisiones. Los hallazgos sugieren que la percepción de justicia y la respuesta a la injusticia involucran redes cerebrales específicas, con una preferencia notable por el castigo sobre la compensación en situaciones de injusticia directa.
Este conocimiento aporta una comprensión más profunda de los mecanismos neurobiológicos que subyacen a nuestras decisiones de justicia social y podría tener implicaciones importantes para abordar conflictos y promover la justicia en la sociedad.
Con información de Excélsior