Quienes fracasan en su política interna intentan distraer a sus electores con quejas dirigidas al exterior; dicen en España

Redacción

España.-Ocurrió en los años 30 cuando el pintor comunista Diego Rivera plasmó en sus murales para el Palacio Nacional de México una imagen de Hernán Cortés que mostraba al conquistador como un ser deforme y sanguinario, movido exclusivamente por la codicia. La imagen de la conquista de América por la Corona española, tremendamente compleja, comenzaba entonces a banalizarse como objeto de propaganda. Salido de Cuba en 1519 con 500 soldados, 16 caballos y 13 escopetas, Cortés logró volverse amo en sólo dos años del inmenso territorio de los aztecas. Pero, ¿de verdad pudo lograrlo solo?

El último incidente diplomático entre España y México ha despertado de nuevo el interés por conocer la más actual valoración de la historiografía sobre la conquista de América. Todo empezó en marzo de 2019, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador exigía por carta al rey Felipe VI que pidiera perdón por los hechos ocurridos hace cinco siglos. Como no recibió ninguna respuesta, hace unos días la presidente electa Claudia Sheinbaun decidió no invitar al jefe del Estado español a su próxima toma de posesión. Después de una tensa conversación telefónica entre Sánchez y López Obrador, nuestro país finalmente no enviará ninguna delegación al acto.

¿Cómo interpretan los historiadores actuales el papel de España en la conquista? Esteban Mira Caballos, especialista en las relaciones entre España y América en el siglo XVI y autor de sendas biografías sobre Francisco Pizarro (Crítica, 2018), y Hernán Cortés (Crítica, 2021) responde que el discurso populista de Sheinbaum está totalmente al margen de la evolución historiográfica, tanto la que se hace en España como en el propio México.

“En España la conquista se ve como una historia fundamentalmente pactada que solo fue posible con la colaboración de cientos de grupos indígenas a lo largo y ancho del continente americano. Cada vez más, se destaca la participación activa de miles de indígenas no solo en el proceso conquistador sino también en la configuración de la América virreinal. Sin indígenas no habría habido conquista, en el caso de México sin la colaboración de los tlaxcaltecas, acolhuas, cholultecas, chalcas, totonacas… También fueron esenciales en la administración y defensa del virreinato durante tres siglos”.

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“La historiografía mexicana”, prosigue Mira Caballos, “que encabezan autores como Guy Rozat Pedro Salmerón ven a las fuentes españolas, y particularmente las Cartas de Relación de Hernán Cortés, como una gran farsa acerca de una historia que nunca existió. Para ellos, Hernán Cortés y sus hombres eran unos aventureros que pasaban por ahí y que se insertaron en el enfrentamiento entre la Triple Alianza Mexica y la Triple Alianza Tlaxcalteca. Evidentemente, el resultado de la conquista con el establecimiento de la América Virreinal desmonta esta posibilidad. Pero en cualquier caso, ambas visiones dejan fuera de cualquier lugar eso de pedir perdón por un proceso histórico que en cualquier caso fue compartido y donde los españoles representaron una minoría”.

Pero, entonces, si las exigencias de perdón por parte de México no responden a una revisión histórica legítima, ¿podemos decir que forman parte de un torticero uso político del pasado? Para Felipe Fernández-Armesto (Londres, 1950) no hay ninguna duda al respecto. El historiador de renombre internacional, profesor en la Universidad de Notre-Dame (Indiana, EEUU) y autor de una decena de libros en torno a la conquista, recuerda que la tarea del historiador es la comprensión, no la condena de los habitantes de otros tiempos y culturas.

No existe tal cosa como la ‘memoria histórica’. Sólo hay dos tipos de memoria: la verdadera y la falsa. Por supuesto, la indignación de los políticos iberoamericanos es fingida. Desde el momento de lograr la independencia, sus antecesores tenían el valor irónico de echar la culpa de sus desgracias y fracasos a la ‘herencia española’. La verdad es que en el siglo XVIII las colonias experimentaban un siglo de oro, cuando superaban a las inglesas, por ejemplo, en prosperidad, cultura, educación, ciencia y artes. Los desastres de los siglos XIX y XX fueron culpa de los contemporáneos en la misma América, no de españoles ya muertos. Las lágrimas del XXI son culpa de los líderes actuales. Pero los que fracasan en su política interna siempre intentan distraer a sus electores con quejas dirigidas al exterior”.

Fernández-Armesto relata cómo las más recientes investigaciones del periodo han sacado a luz miles de reveladores documentos de archivo en idiomas indígenas: “Desvelan un mundo que la mayoría de mis colegas ni han sospechado que existiera: un imperio de colaboración entre elites indígenas, criollas, y peninsulares, donde los pueblos nativos por regla general se odiaban más los unos a los otros que a los españoles. Ni siquiera la palabra ‘conquista’ corresponde a la realidad de un imperio que iba ensanchándose en su la mayor parte pacíficamente, un hecho oscurecido por el apetito que siempre han demostrado los historiadores y sus lectores por los relativamente pocos episodios de violencia, matanza y crueldad”.

En un contexto de crecientes debates sobre la colonización y sus consecuencias, ¿qué responsabilidad tendría el Estado español, si es que tiene alguna, en reconocer o disculparse por hechos que ocurrieron hace más de 500 años? “Exactamente la misma que la de la especie cromañón, o sea todos los humanos actuales, con los neandertales”, responde Antonio Pérez Henares. ‘Chani’ Henares ha escrito grandes novelas históricas sobre la conquista como Cabeza de Vaca (Ediciones B, 2020) o La Española (Harper Collins, 2023) y es el presidente actual de la asociación Escritores con la Historia que agrupa a más de 50 autores del género.

“La responsabilidad que tendría el Estado español en disculparse por hechos que ocurrieron hace más de 500 años es exactamente la misma que la de la especie cromañón, o sea todos los humanos actuales, con los neandertales”Antonio Pérez Henares

“Todo esto es un intento de ocultación de lo que han hecho los gobernantes en ese y otros países”, asegura, “pues cuando al principio del siglo XIX España hubo de salir de aquel territorio, en palabras de Humboldt, era la región más próspera y emergente de la Tierra, con sus grandes urbes, sobre todo en el actual México, sus comunicaciones, su comercio, sus industrias y su capacidad cultural con más de una veintena de universidades. ¿Qué pasó en estos 200 últimos años? Eso es lo que deberían responder en vez de seguir con la matraca de echarle la culpa a sus abuelos, pues sus abuelos serían en cualquier caso, y no los nuestros, que se quedaron aquí, los responsables”.

Concluye Pérez Henares: “Por encima de las interpretaciones hay un elemento esclarecedor, aunque se intenta obviar. El porcentaje de población mestiza o indígena en los territorios de los que fue el Imperio Hispano llega a alcanzar el 80-90 por ciento de la población. ¿Cuál es el caso del imperio inglés y en concreto de EEUU? Un 1,1 por ciento. Con ello queda por entero demostrado donde tuvo lugar un genocidio y donde no. Por lo demás, el terrible imperio méxica, que no azteca, fue una teocracia sanguinaria de terrible ferocidad, donde abundaban los sacrificios humanos y los ritos antropófagos. En el asalto final de Cortés a Tenochtitlan, en sus tropas los españoles no llegaban ni al 2 por ciento. El grueso lo constituían las etnias y tribus sojuzgadas encabezadas por los tlaxcaltecas. Estos, no debían ser mexicanos, como, por lo visto, sí lo es y mucho más que nadie López Obrador, nieto de un sargento de la Guardia Civil de Santander. Tal es su raíz”.

Con información de El Mundo