A toda la familia taurina y no taurina, también:
¡Qué triste que se haya quedado sin corridas la plaza más grande del mundo!
¡Qué triste que se imponga el prohibir por prohibir!
Sí, estoy, estamos muy tristes. Aunque no me guste y lo vea como una violación a la libertad, me la voy a tener que tragar porque soy un demócrata. Se votó (un montaje muy bien armado) y los aficionados, ganaderos, toreros, empresarios, monosabios, mayorales y periodistas… ¡Perdimos!
No voy a mentarle la madre a los diputados que se salieron con la suya. ¡No!
No estar de acuerdo con ellos, no los hace mis enemigos. Eso sí, no les creo que hayan eliminado las corridas de toros porque realmente aman a los animales. Esto es completamente político y ahí lo voy a dejar… ¡Por el momento!
¿En qué momento la afición taurina nos permitimos llegar hasta acá?
En lugar de buscar culpables y señalar a los antitaurinos, nos invito a ver hacia adentro.
¿Qué hicimos mal?
¿Por qué permitimos que le dieran el tiro de gracia a las corridas de toros en la CDMX?
Y digo “tiro de gracia” porque la fiesta brava en México, está en coma desde hace décadas.
Soy de los que piensan que es mejor dejarla morir a su tiempo de muerte natural y no matarla, pero ese soy yo.
Los invito a responderse lo siguiente:
¿Cuántas corridas con astados impresentables nos tuvimos que tragar a lo largo de muchísimos años?
¿Cuántas orejas y rabos se regalaron en los últimos años y cuántas veces no se dieron los premios merecidos?
¿Cuántos indultos que no lo eran?
¿Cuántos carteles sin figuras?
¿Cuántas figuras españolas toreando las corridas más cómodas y sin trapío?
¿A cuántos toreros mexicanos los han dejado sin una oportunidad y cuántas oportunidades de más se les ha dado a otros?
¿Hace cuánto no tenemos una figura?
¿Por qué hace más de 50 años no sale otro torero mexicano por la puerta grande de Madrid o de Sevilla?
Todas estas preguntas tienen respuestas que nos guste o no, han ido debilitando la fiesta en nuestro país.
No se trata de buscar culpables sino de hacernos responsables.
¿Qué le pasó a nuestra fiesta?
¿Por qué poco a poco el tendido empezó a quedarse sin gente?
¿Qué alejó a la gente de las plazas y sobre todo de la México?
¿Qué dejaron de ver o de sentir esos aficionados que se fueron alejando poco a poco?
¿Por qué no cuidamos a todos esos prospectos que se quedaron en eso?
Las crisis bien digeridas, las crisis bien encaminadas, traen progreso. Las mejores ideas nacen de la angustia y del dolor de ver cómo se ha perdido todo.
Legalmente estoy seguro de que vamos a tener a los abogados más capacitados para revertir la decisión, pero qué se va hacer para revolucionar la fiesta brava en México, no solamente en la CDMX.
¿Ya detectaron entre todos cuáles son las enfermedades que tiene la fiesta brava para poder encontrar la cura exacta?
El enemigo está dentro de la fiesta y se ha dedicado a romper sus cimientos poco a poco.
Regalar orejas no le hace bien a la fiesta.
Aceptar corridas pequeñas y sin trapío no le hacen bien a la fiesta.
Carteles sin interés no le hacen bien a la fiesta.
Seguir permitiendo que las figuras españolas vengan a México prácticamente a tentar, no le hace bien a la fiesta.
Los vetos y las venganzas personales no le hacen bien a la fiesta.
No apoyar a los novilleros y no darles oportunidades, no le hace bien a la fiesta.
Violar constantemente el reglamento por aquí y por allá, no le hace bien a la fiesta.
En lugar de echar culpas, mentar madres y querer orientar taurinamente a los antis, deberían unirse TODOS por el bien de la fiesta y renovarse o morir.
No es momento de seguir viendo hacia afuera y reclamarles a las autoridades y a los antis por lo que pasó. Hagámonos responsables y hagamos un cambio revolucionario, pero desde adentro.
Honremos lo que dijo Pepe Alameda:
El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega.
Con esa apasionada entrega, se debe reconstruir y defender la fiesta.