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Perth, Australia.- Se han convertido en el mejor aliado de los adolescentes. Algunos se los toman en el recreo, como si fuera un tentempié para aguantar la jornada. Otros recurren al «Red Bull», «Monster» y otras bebidas similares, que sobreestimulan el sistema nervioso, para aguantar una noche estudiando o estar de fiesta. Se promocionan a menudo con mensajes que se asocian a una mejora del rendimiento físico y mental, pero su consumo entre los más jóvenes está detrás de un buen número de las visitas a Urgencias hospitalarias por taquicardias y problemas de ansiedad.
En los últimos años, los estudios que advierten de los riesgos de estas bebidas, ricas en cafeína, azúcares y otros estimulantes, son un goteo continuo. Alertan del peligro de sufrir una arritmia cardiaca, hipertensión, trastornos del sueño o daños hepáticos. También se desaconseja su ingesta en embarazadas, personas con diabetes o hiperactividad. Y en niños, como regla general, aunque estén sanos.
La última investigación que pone el acento en estos refrescos vigorizantes llega desde Australia y se publica en la revista «Journal of Nutrition Education and Behavior», con una llamada a una regulación de su consumo. «Se necesitan campañas que alerten de los efectos de estas bebidas y promuevan alternativas para mejorar los niveles de energía de los menores, como una buena nutrición, actividad física y un buen patrón de sueño», reclama Jacinta Francis, del Instituto Telethon de Perth (Australia), un centro de investigación infantil. Francis propone medidas de control para proteger a los menores, similares a las que ya se han tomado contra el tabaco o el alcohol. Entre ellas, restringir su venta, venderlos con envases menos atractivos, incrementar el precio o reducir su visibilidad en los puntos de venta.
Prohibidas hasta los 18
María Luisa Iglesias, médico de Urgencias, va aún más lejos: «Creo que debería prohibirse su venta a menores de 18 años. Todas estas bebidas son excitantes, adictivas y pasan factura. No estamos protegiendo a nuestros chicos», dice. Iglesias conoce de cerca el problema. Ha visto cómo llegaban chicos a su servicio de Urgencias que mezclaban este tipo de bebidas con alcohol. Primero al Hospital Parc Taulí de Sabadell y ahora en el Nuestra Señora de los Reyes, en la isla de El Hierro, en Canarias. Su experiencia le llevó a publicar un estudio en la revista «Medicina Clínica» con los casos con los que se topaba. Uno de ellos fue un joven de 19 años con náuseas, vómitos, temblor en los párpados, brazos, las manos y taquicardia. «Solo había consumido dos latas de estas bebidas con vodka, pero tenía un problema cardiaco que desconocía», recuerda.
Ahora, en su nuevo destino, en Canarias da charlas a los estudiantes alertándoles de que no son bebidas inocentes. «Están de moda, porque es una forma barata para estar de fiesta hasta la madrugada. Consiguen el punto simpático antes. Pueden beber más porque los estimulantes les eliminan el bajón que les da el alcohol o el cannabis», cuenta.
No solo sucumben los más jóvenes. Iglesias está acostumbrada a ver cómo estudiantes de Medicina acuden a su servicio pidiéndole «algo para calmarles» porque se han pasado la noche en vela estudiando con la ayuda de estas bebidas energéticas. «Es imposible enfrentarse a un examen con ese estado de excitación», señala.
No son equiparables a un café o a un refresco de cola. En una lata de bebida energética puede haber tanta cafeína como el equivalente a tres tazas de café. Pero en la bebida energética además de la cafeína, hay otros ingredientes que pueden potenciar su efecto:taurina, guaraná, gingseng, inositol… , una mezcla pensada para generar una estimulación importante.