Jorge Martínez Cedillo
Ciudad de México.- Desde el inicio de la actual administración pública, la orden del presidente Andrés Manuel López Obrador fue tajante: desaparición del esquema de fideicomisos y becas para estudiantes de escasos recursos, creados expresamente para apoyo de proyectos de investigación científica y tecnológica, en beneficio de nuestro país.
El destino de becas y fondos se ejercían para centros nacionales de capacitación y becas para estudiantes en el extranjero, con propósitos muy claros: preparar y adiestrar a estudiantes y profesionales en las diversas ciencias y tecnologías de competencia mundial, para impulsar después proyectos a favor de México, en la misma forma en que lo hacen los gobiernos de Estados Unidos, China, Rusia y gran número de países europeos.
La destrucción institucional del CONACYT, no sólo fue una orden de López Obrador, sino que fue aprobado por las cámaras de Diputados y de Senadores, aprovechando la oportunidad de ser mayoría en el Congreso de la Unión. Esto, tarde que temprano, se tendrá que cobrar a cada nombre y apellidos de esos legisladores, porque realmente ha sido una “traición a la Patria”, “peso a peso” los cobrarán las siguientes generaciones de mexicanos.
En contubernio con el Congreso de la Unión –no se le puede dar otro calificativo— el 2 de abril de 2020, desaparecieron los primeros 109 Fideicomisos Públicos, Mandatos y Análogos, donde predominaban los instituidos en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Esto provocó un caos a los beneficiarios, sobre todo de aquellos que ejercían becas en el extranjero y formaban parte de programas específicos de capacitación y adiestramiento en centros y universidades de países desarrollados.
Las decisiones de los poderes Ejecutivo y Legislativo en franca destrucción de instituciones, no sólo se refieren a lo ocurrido en los fideicomisos del CONACYT, sino que, lamentablemente, en su máxima expresión, están en la extinción de fideicomisos como el Fondo Nacional de Desastres Naturales. Ahora sí, (“que Dios nos agarre confesados”), porque los temblores y los huracanes no avisan; se presentan de improviso. Esperamos que esto no ocurra, pero es un hecho que los fondos públicos creados exprofeso, los desvió el gobierno para “programas de espejismo”, como “sembrando vida”, “Jóvenes construyendo el futuro”, ya desde ahora un considerado un rotundo fracaso.
Tres años después del finiquito de los fideicomisos, a todas luces arbitrario y fuera de toda consideración o conmiseración para los recipiendarios, los fondos federales de los fideicomisos –creados por el gobierno de Enrique Peña Nieto en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público— ascendían a 1 billón 130 mil millones de pesos. Sin embargo, con cifras a 2023, en la administración de López Obrador, esos fondos se han reducido al 50 por ciento, de acuerdo con publicaciones periodísticas del 9 de junio del presente año.
De acuerdo con información de “México Evalúa”, los análisis del gasto federal de los fondos del esquema de fideicomisos, por ramo administrativo del gobierno, muestran que las transferencias “ganadoras” engrosaron los recursos fiscales de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina, mientras que los recursos presupuestales disminuyeron en las secretarías de Salud, Educación, la propia Hacienda y Crédito Público y la de Comunicaciones y Transportes, calificadas como “las perdedoras”.
Después de estos ajustes desafortunados del gobierno de López Obrador en cuanto al desarrollo de la ciencia y tecnología en México, los estudiantes, profesores e instituciones no saben qué futuro depara a la capacitación de ciudadanos nacionales y su especialización en centros e investigación y universidades del extranjero, cuando el propósito fundamental para aquellas personas con potencial para lograr una especialización, se ve seriamente limitada e incluso impedida.
Sólo por señalar la importancia que el desarrollo de la ciencia y la tecnología tienen para gobiernos como de China, Estados Unidos, Rusia y varios países de Europa, la capacitación de científicos es de vital importancia y, entre ellos, a pesar de las diferencias y conflictos que no faltan, realizan intercambios y ofrecen oportunidades de preparación a extranjeros; reciben a estudiantes de todo el mundo, señaló el investigador, Maestro Emérito de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional, doctor Francisco Bolívar Zapata.
El doctor Bolívar Zapata es uno de pocos investigadores en materia de Biotecnología; es decir, de estudiosos de los alimentos transgénicos, junto con otro pionero de este tipo de cultivos, el doctor Hugo Herrera Estrella. “No utilizan herbicidas para combate y control de enfermedades de las plantas, sino que éstas han sido transformadas genéticamente”, expresó.
“En Estados Unidos, dijo, el 90 por ciento de las plantas que se cultivan, son transgénicas, y no pasa nada de lo que anteriormente se había difundido”, de que eran negativas para el consumo humano.
Explicó que en el mundo hay tres tipos de plantas clasificadas como de primera, segunda y tercera generación. En la primera, no había combate de plagas y se perdían gran parte de las cosechas. Se descubrieron los agroquímicos y se controlaron. Esta fue la segunda generación de plantas, y la tercera generación se refiere a las plantas con capacidad de desarrollo sin herbicidas. Son las genéticamente mejoradas.
Lo importante de las consideraciones del doctor Bolívar Zapata, es en el sentido de que, al desaparecer el Fideicomiso relacionado con el estudio de la Biotecnología y Organismos Genéticamente Modificados, el doctor Herrera Estrella tuvo que ir a estudiar y aplicar sus conocimientos en instituciones académicas de Estados Unidos.
Resumió el destacado científico, el doctor Bolívar Zapata, “que en el mundo miles de millones de personas y de animales de engorda, se alimentan con granos transgénicos”, y afirmó que “no hay ninguna evidencia de que sean dañinos ni para la salud humana ni animal”.