El Capitán Condón vive en Tailandia

NYT

Mechai Viravaidya vio a Tailandia en serios problemas dos veces —primero, por una explosión demográfica desastrosa y luego por la epidemia del sida— y respondió a ambas crisis de la misma manera: con condones y su carisma considerable.

A principios de la década de 1970, cuando la población de ese país estaba aumentando a un ritmo insostenible y la familia promedio era de siete hijos, el control de la natalidad era algo que los tailandeses no hablaban y mucho menos practicaban.

Así que Mechai decidió abordar este tema que nadie más tocaba al encabezar una campaña a nivel nacional para difundir y desmitificar el uso de los anticonceptivos.

“Ese no era un trabajo para las personas inteligentes, listas, respetables, aristócratas”, señaló en una entrevista del mes de junio.

Aunque en realidad, Mechai, quien ahora tiene 81 años, es todo eso: hijo de dos médicos y educado en el extranjero, esposo de una ex secretaria privada del rey y, con el correr de los años, ministro de gobierno, líder de organizaciones y senador.

Pero también es desinhibido, modesto y siempre dispuesto a montar un espectáculo para convencer a la gente.

Según él, su objetivo con la campaña de planificación familiar era hacer que los condones solo fueran un artículo más que la gente comprara en el supermercado, junto con jabón, pasta de dientes y pescado seco. Para lograrlo, sabía que sería bueno que las personas asociaran los condones con cosas positivas, con algo que las hiciera sonreír.

“Si eso lo logro inflando condones o llenándolos de agua”, comentó, “está bien, lo haré”.

Mechai se encontraba cerca de las oficinas de la Asociación de Desarrollo Comunitario y Población en Bangkok, una organización fundada hace casi 50 años para combatir la pobreza en Tailandia, en la cual un eje fundamental era la planificación familiar.

Mechai recorrió todo el país, pueblo por pueblo, con una gama infinita de trucos e ideas publicitarias para asociar los condones con la diversión. Una de sus principales atracciones era llenarlos con agua hasta que se rompieran.

“¿A ver quién puede inflar el condón más grande?”, les decía a las multitudes. “¿Quién puede hacer que explote?”.

Abrió lo que denominó “supermercados” de planificación familiar en las estaciones de autobuses para distribuir anticonceptivos, convenció a los monjes budistas para que bendijeran los condones y difundió los videos de las ceremonias. Con el fin de educar a los tailandeses más jóvenes, elaboró un alfabeto de sexo seguro en inglés que incluía las letras B de “birth control” (control de natalidad), C de condón y V de vasectomía.

Además del espectáculo, detrás de esta campaña había una infraestructura importante. Mechai movilizó y brindó capacitación a una red de 350.000 maestros y 12.000 líderes comunitarios de los pueblos.

Además, no limitó a los condones sus esfuerzos de planificación familiar. En Bangkok, ofreció vasectomías masivas gratuitas en un patio de armas cerca del palacio para celebrar el cumpleaños del rey.

Algunos encontraron sus métodos ofensivos, o al menos no muy decorosos. Un columnista de un periódico, tratando de formular un insulto, sugirió que la gente empezara a llamar a los condones “mechais”.

La idea tuvo éxito, y Mechai enmarcó una copia del artículo para colgarla en su pared.

Eso se sumó a una mayor publicidad, el arma principal de su arsenal, y los resultados de su campaña fueron espectaculares. La tasa de crecimiento poblacional de Tailandia disminuyó de por encima del 3 por ciento en 1974 al 0,6 por ciento en 2005, y la cantidad promedio de hijos por familia descendió de cinco a menos de dos.

El Banco Mundial calificó la campaña de Mechai como “uno de los programas de planificación familiar más exitosos y eficaces del mundo”.

“Ahora, nosotros tenemos 70 millones y ellos, 107”, mencionó Mechai en una entrevista, pero en realidad estaba subestimando la población de Filipinas, que es de más de 110 millones de habitantes. Mechai añadió que, si Tailandia no hubiera abordado el problema de la sobrepoblación, también estaría enviando millones de ciudadanos a buscar empleo en otros países.

“Si no hubiéramos intervenido, esto habría provocado un profundo detrimento a la economía de Tailandia y la calidad de vida”, afirmó.

Cuando la pandemia del sida comenzó a abrumar a Tailandia a fines de la década de 1980, Mechai usó este mismo truco de publicidad, convencimiento y teatralidad para combatir la enfermedad.

Al igual que con su primera campaña de condones, al principio se aventuró él solo, ya que el gobierno no quería respaldar una campaña de sexo seguro por temor a que esto dañara la lucrativa industria del turismo sexual.

Así que, Mechai recurrió al Ejército, una institución poderosa lejos del alcance del gobierno civil que acordó transmitir anuncios recurrentes sobre el sexo seguro en sus 300 estaciones de radio y cinco canales de televisión.

Luego, en 1991, un nuevo primer ministro, Anand Panyarachun, se adhirió a la prevención del sida y nombró a Mechai ministro de Información y Turismo. Entonces, todos los ministros del gobierno fueron exhortados a desempeñar alguna función en la educación sobre el sida.

“Había condones por todas partes en las calles, por todas, todas partes”, mencionó Mechai en una conferencia de TED en la que explicó su enfoque. “En los taxis, te daban condones, en el tráfico, los policías también te los daban”.

Además, Mechai —pese a su maestría de la Universidad de Harvard o tal vez debido a ella— se tomó la responsabilidad de convertirse en el símbolo reconocible que, según él, todos los programas de mercadotecnia necesitan para tener éxito. Se hizo llamar el “Capitán Condón” y acudió a las escuelas y los centros nocturnos para promover el sexo seguro.

La Organización Mundial de la Salud calificó la estrategia de Tailandia para la crisis del sida como “la respuesta más rápida a este problema que hayamos visto”. Naciones Unidas aseveró que el programa de Mechai había logrado reducir un 90 por ciento los nuevos contagios y el Banco Mundial calculó que había salvado 7,7 millones de vidas entre 1991 y 2012.

Mechai nació en Bangkok en 1941. Su madre, Isabella MacKinnon Robertson, era escocesa y su padre, Samak Viravaidya, tailandés; ambos eran médicos y se habían conocido cuando eran estudiantes en la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo.

Como creció hablando tailandés e inglés, hizo su bachillerato y universidad en Australia y, en 1964, obtuvo el título de licenciatura en comercio por la Universidad de Melbourne.

Según Mechai, el hecho de sentirse cómodo tanto entre tailandeses como entre occidentales ha aumentado su capacidad de vender los beneficios de sus programas —y cabildear para conseguir financiamiento— en diferentes culturas y solicitar con éxito importantes subvenciones de fundaciones, organizaciones de desarrollo y gobiernos extranjeros.

Al regresar a Tailandia en 1966, Mechai primero pensó en convertirse en médico como sus padres. “Cuando mi padre suturaba algún dedo amputado, yo le ayudaba a sostener la banda de hule del torniquete y entonces me di cuenta de que eso no era para mí”, afirmó.

Atraído por el amplio abanico de temas que abordaba, se incorporó a la Junta Nacional de Desarrollo Económico y Social del gobierno, donde trabajó durante ocho años como economista.

Al mismo tiempo, encontró otras salidas para sus energías, al escribir una columna en el periódico, presentar un programa nocturno de radio e impartir un curso universitario de inglés a tiempo parcial.

Su afición a la interpretación también le llevó a actuar, y apareció en una popular y emotiva serie de televisión, Star-Crossed Lovers, en donde hacía de un oficial del ejército japonés que se enamora de una estudiante universitaria tailandesa durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1971, se casó con una amiga de la infancia, Thanpuying Putrie, con quien tiene una hija. Su esposa es prima del rey Bhumibol Adulyadej, padre del actual rey, y trabajó durante muchos años como su principal subsecretaria privada. A Mechai le encanta contar que su madre fue la doctora que trajo al mundo a su futura esposa.

Como economista del gobierno, recorrió el país y vio con sus propios ojos la pobreza y los trastornos sociales y económicos a los que después dedicó toda su vida.

“Había niños por todas partes”, comentó acerca de las poblaciones tailandesas. “Este era el gran problema. Entonces me di cuenta de que estaba equivocado al pensar que el gobierno podía hacer todo, por lo que decidí actuar por mi cuenta”.

En 1974, dejó el gobierno para fundar la Asociación de Desarrollo Comunitario y Población, la cual prosperó y se diversificó para atender una gama de problemas económicos y sociales, desde el desarrollo rural hasta la protección del medioambiente.

En los años posteriores, su camino profesional lo llevó a entrar y salir del gobierno en puestos como vocero del gabinete, viceministro de Industria y tres periodos como miembro del Senado entre 1987 y 2006.

Además de su trabajo en materia de planificación familiar y sexo seguro, desde hace muchas décadas ha enfocado su activismo en el desarrollo de la economía en las zonas rurales de Tailandia. En la década de 1990, fundó el Proyecto de Desarrollo de Aldeas, el cual tiene por objetivo alentar la iniciativa empresarial y crear actividades generadoras de ingresos en el área rural de Tailandia.

Ha instalado pequeñas fábricas en el campo para convencer a los trabajadores de que dejen las fábricas de explotación laboral de Bangkok y regresen a sus lugares de origen, lo cual es parte del esfuerzo para combatir la migración urbana que ha debilitado la economía de las zonas rurales.

Mencionó que, ahora, su mayor orgullo es el centro comunitario Mechai Bamboo School en la zona noreste de Tailandia, cuyo objetivo es “reestructurar la educación rural” al convertir a la escuela en un centro de aprendizaje permanente y una entidad colaboradora en la vida de su comunidad.

Según Mechai, se trata de un internado con 180 alumnos que incluye a estudiantes sin documentos y con discapacidades, y que amplía el concepto de educación a un conjunto de habilidades para la vida.

“La escuela pretende formar buenos ciudadanos que sean honestos, estén dispuestos a compartir y acepten y practiquen realmente la igualdad de género”, dijo Mechai.

Sus programas de divulgación ofrecen asistencia a los ancianos del pueblo, dan consejos nutricionales a las mujeres embarazadas y ayudan en la agricultura a pequeña escala.

Mechai dijo que más de 100 pequeñas escuelas rurales han comenzado a seguir su ejemplo para involucrarse más en sus comunidades.

Aunque ahora tiene una edad en la cual la mayoría de la gente disminuye el ritmo, Mechai no tiene pensado dejar de atender lo que, según él, son las principales preocupaciones de su vida: “Combatir las desigualdades sociales y económicas con la reducción de los nacimientos, los fallecimientos por sida, la pobreza, la dependencia financiera y la ignorancia”.