Milenio
CDMX.-Hace dos años, los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega cimbraron al mundo occidental con la revelación de que, según sus hallazgos, el famoso cáliz de Doña Urraca es en realidad el tan buscado Santo Grial: además de los pergaminos hallados en la Biblioteca de El Cairo, los investigadores han hallado otras evidencias.
El Santo Grial es, quizá, la reliquia más buscada de toda la cristiandad. Lo que se sabe de él es que se trata de una copa que empleó Jesús durante la Última Cena y que, según la tradición, habría sido usada por José de Arimatea para contener la sangre y el agua que emanaron de la herida abierta por el centurión en el costado del Mesías. Dicho cáliz permaneció resguardado en la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, hasta el año 909, cuando pareciera haber desaparecido de la historia.
Por su parte, el cáliz de Doña Urraca es una pieza de orfebrería perteneciente al periodo románico español, el cual fue obsequiado en el siglo XI a la infanta Urraca de Zamora, hija del rey Fernando I de León. Actualmente reside en el museo de la Colegiata de San Isidoro de León, en dicha ciudad española. Dicha pieza adquirió un gran relieve luego de que los historiadores Torres y Ortega hicieran pública su hipótesis de que esa pieza —que es un copón de ónix con revestimientos de oro y perlas preciosas— es en realidad el Santo Grial, el cual habría sido saqueado de la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, y habría llegado a manos del rey Fernando como un regalo para evitar una invasión leonesa a la parte sur de España, que entonces se encontraba bajo el dominio musulmán.
El principal sustento para dicha teoría lo hallaron en la Biblioteca de El Cairo: al revisar diversos pergaminos antiguos, encontraron uno, escrito en árabe y que data del siglo XI, que hacía referencia a “la copa que los cristianos llaman ‘la copa del Mesías’”. Esta inscripción sería el primer registro el Grial posterior a su desaparición en el año 909.
Pero ésa no es la única prueba que esgrimen los académicos españoles. Según sus recientes descubrimientos, existen pinturas en el Panteón Real —que se halla a los pies de la Basílica de San Isidoro de León— que parecen estar consagradas a la copa en que Jesús habría instaurado la Eucaristía; además, bajo la estatua ecuestre de San Isidoro, que preside la fachada principal de la basílica, “alguien en los siglos modernos dejó la memoria del cáliz a la vista en una metopa; en ella aparece una pila bautismal de la que sale la cabeza de Cristo y, sobre ella, una cáliz. Así que, de alguna manera, siempre lo hemos tenido a la vista”, asegura Torres.
La pregunta sigue siendo por qué el rey Fernando I de León habría mantenido en secreto que poseía el cáliz de Cristo.