Viri Rios / Expansión
Esta semana, López Obrador mostró el supuesto ingreso bruto anual del periodista Carlos Loret de Mola. Al hacerlo, celebró la transparencia de su gobierno porque “la mafia del poder ocultó durante mucho tiempo los sueldos” de los más ricos. “Había un contubernio de poder”, explicó, que hacía imposible ver la diferencia entre los ingresos millonarios y los de un maestro de escuela pública o un periodista de a pie. “¡Y vamos adelante!”, dijo gozoso, “todo a transparentarlo”, a garantizar el derecho a la información.
El problema es que eso no es lo que está haciendo. Por el contrario, su gobierno se ha negado a mostrar la información anónima de ingresos brutos y pago de ISR, a pesar de que el Inai resolvió en 2020 que debía hacerlo . Y ha mantenido las anticuadas regulaciones del secreto fiscal mexicano sin cambio —a pesar de tener mayoría en el Congreso para cambiar el artículo 69 del Código Fiscal de la Federación.
Como he mostrado en mi investigación , México es uno de los países con el secreto fiscal más restrictivo del mundo. La tremenda secrecía que existe sobre los ingresos de los mexicanos más ricos es el resultado del cabildeo ejercido por estos para que sea imposible fiscalizarlos, estudiar la evasión fiscal y conocer la verdadera extensión de la desigualdad de México.
Sin conocer la verdadera extensión de la desigualdad, los mexicanos de a pie tienen pocos incentivos para demandar un cambio porque los problemas que se desconocen no existen. Y eso es precisamente lo que está pasando. El mexicano promedio piensa que los ricos ganan 38,000 pesos . La realidad es que los mejores estimados muestran que los ricos ganan 23 veces más que eso: 875,000 pesos al mes.
Irónicamente, la acción más importante de transparencia fiscal realizada en México no ha sido impulsada por López Obrador sino por Peña Nieto. Durante su sexenio, el SAT dio a conocer datos anonimizados de declaraciones fiscales de personas físicas y morales. Los datos están lejos de ser perfectos, pero aun así han permitido mostrar que en México el 0.001% más rico paga los mismos impuestos que alguien de clase media alta, a pesar de que gana 104 veces más.
Hay que poner las cosas en claro: lo que López Obrador hizo no fue transparentar los ingresos de los más ricos, como debería hacerse, sino los de un solo rico con el que tiene rencillas personales y diferencias ideológicas.
Eso no es lo que necesitamos. México necesita transitar a un sistema donde sea posible saber cuánto ganan todas las personas de manera pública tal y como es en muchos países escandinavos y como lo era en Estados Unidos hasta 1924.
Transparentar los ingresos de todos los mexicanos sería muy positivo. Permitiría controlar mejor la evasión y elusión fiscal, reducir la varianza en los empleados de una misma industria y reducir la discriminación salarial que existe hacia las mujeres. Además, la investigación ha demostrado que, en los países donde todos pueden conocer cuánto ganan las personas, la recaudación aumenta en 3%.
El secreto fiscal extremadamente estricto, como el que existe en México, solo favorece a los más ricos (porque les permite limitar el surgimiento de movimientos sociales redistributivos) y a los corruptos (porque les permite esconder su dinero mal habido).
Termino con una observación: me resulta extremadamente revelador de quién es la oposición y qué intereses representa el hecho de que, para muchos de ellos, “la gota que derramó el vaso” fue que se revelaran los ingresos de alguien que pertenece al 0.01% más rico de México.
Me parece revelador porque es obvio que esta no es la primera vez que López Obrador usa la conferencia mañanera para enfrentar a sus enemigos, develar información que debía ser privada o poner en riesgo a periodistas. Lo ha hecho múltiples veces. Lo que no había hecho hasta ahora era romper el secreto fiscal. Fue ahí donde se comenzó a decir que era “el límite que no había que cruzar”, un “punto de inflexión”, un “new low” (sic) para nuestra democracia.