Marisol Gámez
¡Es hora de irme! Pronto llegará mi remplazo —avisó la hermana a la joven castigada.
Tres días con sus noches, Sor Justa, la hermana con fama de intolerante y despótica custodió el castigo de Alma, la alumna que fue descubierta escribiendo esos versos impúdicos que circulaban a hurtadillas por la escuela. Poemas que subliman la libido con su lenguaje explicito, elogian la autocomplacencia del cuerpo femenino a tal grado, que toda la población escolar puso en duda el elevado valor de la castidad y la moral puritana.
—Pero antes de irme, quiero saber si el escarmiento de separarte de esas compañeras que festejan tus escritos sacará el pecado de esa mente tuya tan propensa a la carnal lubricidad.
—¡No! responde la joven —decidida.
—Bien. Entonces, si la hermana que me relevará quiere decomisarte el cuaderno en que has plasmado tus desviadas y lascivas palabras, le dirás que te lo he confiscado. Ahora, escóndelo bien….espero con ansias tu próximo poema —dijo con un rápido murmullo y se perdió sigilosamente en la oscuridad del pasillo.