Elda Cantú / NYT
Esta semana empiezan los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín.
Aunque la mayoría de las competencias estarán cerradas al público, el evento pondrá los ojos del mundo en China justo cuando entramos en el tercer año de la pandemia del coronavirus que fue identificado por primera vez en ese país.
Como China adoptó un enfoque de cero covid, se prevé que haya una burbuja mucho más estricta que la de los Juegos de Verano en Tokio. El país ha implementado una amplia y sofisticada gama de controles de alta tecnología para detener el virus. Estas medidas, justificadas por el reglamento de salud, preocupan a los especialistas en derechos humanos, que temen que estos controles permanezcan aunque luego sea superada la pandemia.
Algunos expertos en salud pública observan que este enfoque tan estricto no es ideal. “Si sigue aplicando una política con el propósito de eliminar por completo la covid, el gobierno está condenado a perseguir eternamente a un blanco en movimiento al que jamás podrá vencer”, escribieron en un ensayo reciente los médicos Ezekiel J. Emanuel y Michael T. Osterholm.
Como escribió Andrew Keh, uno de nuestros reporteros deportivos, estos Juegos bien podrían llamarse los Juegos Logísticos. “Todas las Olimpiadas presentan trabas”, observa Keh, “pero rara vez los encargados de transportar a los equipos, atletas y equipos han enfrentado una carrera de obstáculos como la que ahora pone a prueba sus habilidades de organización, recursos y paciencia”.
Más allá de las dificultades por las restricciones pandémicas, la realidad es que los Juegos son una oportunidad para mandar un mensaje al mundo. “China ya no necesita demostrar su posición en el escenario mundial”, escriben tres de nuestros reporteros en un análisis del liderazgo de Xi Jinping, quien participa directamente en todo lo relacionado con las Olimpiadas. Más bien, escriben, con este evento el país “quiere proclamar la visión arrolladora de una nación más próspera y más segura bajo el mando de Xi”.
Esta imagen, no obstante, sufre ante los cuestionamientos que se le hacen al gobierno chino.
La semana pasada, durante el Abierto de Australia, resurgió una de las controversias más recientes del deporte chino: ¿Dónde está Peng Shuai? La tenista olímpica causó revuelo cuando dijo en sus redes sociales que había sufrido abuso sexual por parte de un alto funcionario del gobierno. Desde entonces, distintos atletas y organismos se han mostrado preocupados por su bienestar y temen que las publicaciones y entrevistas virtuales que ha dado al Comité Olímpico Internacional hayan sucedido bajo coerción.
Algunos de estos críticos y activistas han pedido que los patrocinadores de los Juegos Olímpicos, como Audi, Visa, Coca-Cola, Samsung y otras multinacionales, retiren los auspicios como un modo de ejercer presión sobre el país en materia de derechos humanos, en particular en lo tocante a la región de Sinkiang, donde viven poblaciones musulmanas. Sin embargo, en gran medida, las empresas “los han ignorado y han optado por, más bien, mantener satisfecha a China y a su clase emergente de consumidores nacionalistas”.