El pasado dimos a conocer la historia de una joven de 20 años que se arrancó los ojos mientras estaba drogada a las afueras de una iglesia.
Mediante una entrevista para la revista People Kaylee Muthart indicó que lo hizo para “acercarse a Dios” y aseguró que “la vida es más hermosa ahora”.
Muthart fue hallada el 6 de febrero en una iglesia de Anderson, en Carolina del Sur, sacándose los ojos con las manos. Había consumido metanfetaminas y se encontraba en un estado de delirio tal que incluso se resistió violentamente a quienes intentaron frenarla.
Tras la llamada de los asistentes a la iglesia un grupo de policías llegó para tratar de auxiliar a la joven y lograron controlarla y llevarla luego al Hospital de Greenville, ya era demasiado tarde: había quedado completamente ciega.
La muchacha salió del hospital el 1 de marzo, tras una larga estadía en la que no sólo recibió atención médica sino también psiquiátrica.
“Es la misma vida, pero estoy aprendiendo todo de una forma nueva”, contó a People. “La vida es más hermosa ahora, más hermosa que cuando era adicta a las drogas. Ese es un mundo terrible para vivir, agregó.
Muthart había probado la mariguana apenas meses antes del incidente. Tiempo después, un compañero de trabajo le ofreció probar metanfetaminas, a lo que accedió.
Pero la joven se sentía sola y aislada, y un día antes de ingresar volvió a la metanfetamina. En esta ocasión sufrió una alucinación muy fuerte que afectó su percepción de la relación que tenía con Dios.
“Pensaba que todas las personas que habían muerto estaban atrapadas en sus tumbas, que Dios estaba en el cielo muy sólo y que hacía falta un sacrificio importante para permitir que las personas llegaran a Dios”, contó a People.
“[La metanfetamina] hizo que todo fuera más oscuro, tomó todo eso en lo que yo creía y lo distorsionó y me puso en el camino hacia arrancarme los ojos”, agregó.
“Era aterrador, no entendía qué quería Dios de mí pero sentía que era lo correcto y que yo tenía que ser quien lo hiciera. Y estaba contenta de hacerlo porque siempre tuve un gran corazón y nunca nadie me devolvió todo ese amor”, explicó.
Muthart caminó hasta la iglesia en Anderson buscando a un conocido, pero no lo encontró y pensó entonces que se le acababa el tiempo “para salvar el mundo”.
Así que usó sus manos y se sacó los ojos, tiró de ellos y los aplastó. Cuando un pastor apareció ella simplemente dijo: “Rece por mí, quiero ver la luz”.
Ahora, Muthart está aprendiendo a vivir sin la vista e intentando a reconectarse con su fe.
“Esto aprendiendo el Génesis para mejorar mis bases. Cuando hago algo, lo hago a fondo o lo abandono, obviamemte”, indicó durante la entrevista mientras reía. “El humor es algo que me ayuda a sobrevivir, reirme y hacer música”, agregó.
Sus proyectos a futuro incluyen volver a rehabilitación para mantenerse fuera de las sustancias adictivas. Pero espera también poder llevar su historia a todos lados para alertar de los peligros de las drogas duras.
“Prefiero estar ciega y ser yo misma que ser la Kaylee adicta, y realmente lo digo con todo mi corazón”, concluyó.