John Ackerman/ New York Daily
Estados Unidos.- México es un país enorme y poderoso con una economía que vale un millón de millón de dólares, la 15ª más grande del mundo. El país podría fácilmente pagar por el muro en la frontera sur del Presidente Trump, que supuestamente se construirá pronto, si así lo deseara, cumpliendo la promesa de campaña de Trump.
Pero no va a suceder. Ni hoy, ni mañana, nunca. El pueblo mexicano jamás pagará por voluntad propia -y ninguno de los planes de Trump para forzar el pago funcionará.
Ello implica que los contribuyentes estadounidenses son quienes que pagarán los $ 20 mil millones a $ 40 mil millones de dólares que costará el muro. ¿Aquellos aguerridos manifestantes en los mítines de campaña de Trump hubieran vitoreado tan vigorosamente la idea del muro si hubieran sabido que ellos, sus hijos o sus nietos pagarían la cuenta?
Consideremos primero si la presión política puede obligar al vecino del sur a aislarse a si mismo de los Estados Unidos.
Los mexicanos son un pueblo orgulloso y digno, y nunca permitirían que tal cosa suceda. Hacerlo equivaldría a que los Estados Unidos pagaran por los programas de defensa antimisiles de Irán, China o Rusia. Si el actual gobierno mexicano abdicara a las demandas de Trump, sería derribado inmediatamente y reemplazado por un nuevo gobierno dispuesto a defender su país.
Esto no quiere decir que la idea de pagar por el muro sea un anatema para todos los políticos mexicanos. A pesar de sus declaraciones públicas en sentido contrario, el presidente Enrique Peña Nieto estaría encantado de pagar por el muro, especialmente si sus amigos en el negocio de la construcción pudieran sacar ventaja como contratistas para el proyecto. Tal como escribí el miércoles pasado en The Atlantic, Peña Nieto fue de gran ayuda en el triunfo electoral de Trump y tiene mucho en común con el multimillonario de Nueva York.
Ambos líderes están igualmente comprometidos con una agenda neoliberal a favor de las grandes corporaciones y se preocupan poco por el bienestar de los mexicanos de cualquier lado del Río Grande.
Sin embargo, el problema clave para Trump es que su cómplice mexicano no tiene suficiente legitimidad popular para estar en condiciones de pagar por el muro sin perder su empleo.
La tasa de aprobación de sólo 12% de la población en la gestión de Peña Nieto es la más baja para cualquier presidente mexicano desde que se realizan este tipo de encuestas en el país. El presidente mexicano es objeto de constante burla en las redes sociales y tiene que coreografiar cuidadosamente y acordonar todas sus apariciones públicas para evitar las interpelaciones e interrupciones ciudadanas y dar así la apariencia de normalidad política.
Por ejemplo, en la última celebración del Día de la Independencia, el 15 de septiembre, Peña Nieto tuvo que acarrear en autobús a decenas de miles de personas leales pagadas desde su estado natal, llamado Estado de México, al Zócalo de la Ciudad de México para dar la impresión de que tenía el apoyo de su pueblo. Mientras tanto, miles de ciudadanos independientes marcharon simultáneamente por la gran avenida Reforma cantando “¡Fuera Peña Nieto, Renuncia ya!”
Las protestas se han aumentado en las semanas recientes. En respuesta al aumento del 20% en los precios de la gasolina que se efectuó el pasado primero de enero, cientos de miles de mexicanos han tomado las calles en protesta contra Peña Nieto y sus políticas. El presidente está siendo llamado a cuentas por haber prometido hace tres años que su reforma energética privatizadora reduciría los precios y fortalecería la economía cuando ha ocurrido exactamente lo contrario.
El peso se ha devaluado 50% desde que Peña Nieto asumió el cargo hace sólo cuatro años, y el crecimiento económico apenas se acerca al 2% al año, con predicciones de que durante 2017 México podría caer en recesión.
En este contexto, un compromiso público por parte de Peña Nieto de que él pagaría por la construcción del muro fronterizo sería el equivalente político de echar docenas de galones de gasolina a la hoguera. Tal decisión sería vista como un acto de alta traición por parte del pueblo mexicano y Peña Nieto podría ser expulsado inmediatamente del cargo.
O, por lo menos, el partido de Peña Nieto sería severamente castigado tanto en las importantes elecciones estatales que tendrán lugar en 2017 como en las próximas elecciones presidenciales de 2018.
No importa cuán ruidoso sea el alardeo de Trump, entonces. Sus planes de obligar a México pagar por sellar la frontera se han topado con un muro de ladrillo sólido. Pero ello no significa que deje de insistir en el punto. Trump no es exactamente conocido por su capacidad de evaluar objetivamente las circunstancias que rodean la aplicación de sus políticas públicas.
Durante su campaña presidencial, Trump presentó la estrategia que utilizaría para supuestamente forzar a México a pagar. En un memorando de dos hojas que envió al Washigton Post en marzo de 2016, declaró que utilizaría la Ley Patriota para retener como rehén las remesas enviadas por inmigrantes indocumentados a México hasta que su país accediera a pagar por el muro.
Específicamente, Trump indicó que obligará a México a “hacer un pago único de $5 a 10 mil millones de dólares para asegurar que $24 mil millones de dólares continúen fluyendo a su país año tras año”.
Más allá de las dificultades políticas expuestas anteriormente, esta estrategia también se enfrenta a graves obstáculos jurídicos y prácticos. En el plano jurídico, se requeriría oficialmente definir a cada uno de los inmigrantes indocumentados, independientemente de su actividad profesional o acciones específicas, como amenazas a la seguridad nacional, y por lo tanto, ser considerados como el equivalente a terroristas.
Por ejemplo, cualquier turista o estudiante que se quedara un par de días después del período permitido por su visa sería inmediatamente categorizado como una “amenaza” a los Estados Unidos. Esta dudosa estrategia legal evidentemente tendría que enfrentarse a una larga y complicada batalla jurídica.
Por el lado práctico, la retención de las remesas sería casi imposible de llevar a cabo. En la era de Internet, Western Union y otros servicios similares de transferencia de dinero en efectivo ya no son la única manera de enviar dinero a México. Ahora hay innumerables formas de enviar dinero internacionalmente a través de la web, a través de servicios como PayPal, por ejemplo.
Los migrantes también podrían pedir a sus amigos con cuentas bancarias que les ayuden a transferir el dinero por ellos, o simplemente enviarlo en efectivo con familiares que viajen a México. La tarea de monitorear y luego rastrear el origen de cada dólar enviado al otro lado de la frontera fácilmente podría costar aún más que el mismo muro.
Dada esta triple problemática política, jurídica y práctica, el único camino restante que Trump podría seguir para hacer a México “reembolsar” el pago por el muro sería por medio de la imposición de nuevos impuestos y cobros a bienes, servicios y viajeros mexicanos.
Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos podría elevar el precio de las visas y las tarjetas de cruce fronterizo, gravar las transacciones financieras con México o imponer aranceles a los productos mexicanos. La administración de Trump también ha dicho que planea imponer un impuesto especial de “ajuste de frontera” del 20% sobre todas las importaciones de México, a fin de obtener el recurso necesario. El problema con esta ingeniosa nueva estrategia es que no haría que México pagara un centavo. Dado que el impuesto se cobraría por las ventas hechas en los Estados Unidos, sería el consumidor de los Estados Unidos, no el gobierno mexicano ni las empresas mexicanas, quienes estarían pagando la factura.
Pero el problema más grande es que tales estrategias inevitablemente desencadenarían una guerra comercial con México que tendría graves efectos colaterales negativos sobre la economía estadounidense. México es el tercer socio comercial más grande de Estados Unidos. Vende $236 mil millones de dólares al año a su vecino del sur. Además, más de 25 millones de ciudadanos estadounidenses viajan a México como turistas cada año sin tener que pagar un centavo por sus visas. Si México respondiera a Trump aumentando sus propios impuestos, aranceles y tarifas -lo que seguramente haría-, a los bienes y servicios de los Estados Unidos, México podría fácilmente recuperar por la vía de los hechos el dinero recaudado por Trump a través de sus propias medidas.
México también podría escalar el conflicto inundando intencionalmente a Estados Unidos con drogas ilegales. Todo lo que se necesita sería simplemente rehusarse a vigilar el transporte de heroína, cocaína y otros narcóticos peligrosos desde el territorio mexicano a los Estados Unidos.
Esta medida incluso tendría efectos secundarios positivos para México, ya que permitiría que las fuerzas de seguridad pública locales se enfocaran exclusivamente en el combate de los crímenes violentos cometidos en el país contra los mexicanos, en lugar de hacer el trabajo sucio para los Estados Unidos mediante el uso del ejército para controlar carreteras, pasos fronterizos y puertos.
México también podría ayudar activamente a los centroamericanos, caribeños y mexicanos migrantes a cruzar a los Estados Unidos. Si Trump construye un muro de su lado de la frontera, México podría construir túneles, caminos y escaleras de su lado. Los consulados mexicanos en los Estados Unidos también podrían transformarse en refugios seguros para los inmigrantes y convertirse en promotores activos de la desobediencia civil contra las leyes de inmigración.
La orden ejecutiva de Trump emitida el pasado miércoles también sugiere que él intentará forzar a México a financiar el muro retirando toda asistencia gubernamental en materia de seguridad o de cualquier otro ámbito. Pero México recibió solamente $ 140 millones de dólares en ayuda en 2016, lo cual es apenas una pequeña parte del recurso necesario.
“Ojo por ojo y el mundo se acabará ciego”, decía Mahatma Gandhi. Antes de que el conflicto se salga de las manos, los ciudadanos estadounidenses tienen la oportunidad de hablar con sus políticos y obligarlos a detener tanto la construcción del muro en la frontera sur como la persecución generalizada de los inmigrantes.
La valiente posición desafiante del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, con respecto a la orden ejecutiva de Trump contra las “ciudades santuarias” es un ejemplo inspirador. Otros alcaldes deberían seguir su ejemplo.
El pueblo de los Estados Unidos también debe salir a la calle y movilizarse en defensa de una América del Norte basada en principios de humanidad, paz y cooperación. La masiva Marcha de Mujeres del pasado sábado podría ser seguida por una igualmente inmensa Marcha de Inmigrantes.
También es importante consolidar alianzas binacionales con la sociedad civil mexicana. La gran mayoría de la población mexicana repudia tanto a Trump como a Peña Nieto y estaría encantada de unirse con sus hermanos y hermanas del otro lado del Río Grande para luchar juntos por una Norteamérica más digna.
Donde hay voluntad, hay un camino. Sí se puede.