Mientras México lo piensa, en EU monjas comercian la mariguana

Milenio

El activismo de las Hermanas del Valle a favor de la mota les ha ganado fama internacional; elaboran productos y los envían a todo el mundo.

Reportaje por Javier Vega 24/05/2016 03:00 AM

California.- En la misma escena conviven lo espiritual y lo mundano, lo prohibido y lo religioso, la tradición y el tabú: dos monjas exhalan humo mientras se pasan un cigarro de mariguana. Dos hábitos: su indumentaria y el consumo de la droga.

Son las Hermanas del Valle, originarias del condado de Merced, en el valle central de California, Estados Unidos. Su activismo a favor de la planta les ha ganado la atención y fama internacional. Desde una ubicación secreta, fabrican y envían productos con cannabis a todo el mundo. Más que una congregación, son mujeres de negocios.

Mientras en México la prohibición de la mariguana sigue generando violencia y se avanza lentamente hacia su regulación para el uso medicinal, a unos metros de la frontera están listos para legalizarla por completo. California pudiera convertirse en noviembre en el primer estado fronterizo que acepta su uso recreativo.

Mientras eso ocurre, se multiplican los dispensarios y pequeños negocios que fabrican productos medicinales con cannabis. Las Hermanas del Valle han aprovechado el ímpetu de “la industria con mayor crecimiento en Estados Unidos”, según una reciente investigación del ArcView Group.

“Esto es científico, no es mágico ni místico. Somos mujeres espirituales pero seguimos a la ciencia. Creemos que la ciencia nos dirá que nuestros hijos la necesitan en su cereal cada desayuno para una salud óptima”, afirma la hermana Kate, fundadora del negocio.

Sus tinturas y ungüentos se venden hasta en 85 dólares la pieza. Su centro de operaciones es una finca rodeada de árboles. Tienen cuatro empleados, dos casas, una capilla al aire libre y una bodega. La ley estatal solo les permite cultivar 12 plantas, pero éstas son suficientes para producir 50 mil dólares de producto al mes, unos 900 mil pesos, trabajando solo dos semanas.

Por eso admiten que su vocación no es un trabajo de tiempo completo: “De luna nueva a luna llena, somos estrictamente veganas y célibes. Pero de la luna llena a la siguiente luna nueva somos mujeres libres y el uniforme es opcional”, explica la hermana Kate, quien justifica el hábito con la vestimenta de las antiguas sanadoras.

La más joven de las monjas es la encargada del cultivo. La hermana Darcy, de 25 años, fue elegida por sus conocimientos en horticultura y su experiencia en granjas orgánicas en Estados Unidos y Nueva Zelanda.

“Estas plantas son mis bebés”, dice mientras las abraza en un pequeño invernadero. “El tiempo que paso con ellas es espiritual para mí. Vengo y les pongo canciones, creo que disfrutan de mi compañía”.

Las condiciones ideales para su cultivo son estrictas. La hermana Darcy detalla que es necesario tener un flujo constante de aire, monitorear la temperatura para que no supere los 30 grados centígrados y mantener la humedad en alrededor de 55 por ciento. Estudiantes universitarios las ayudaron a instalar la iluminación necesaria: azul cuando están pequeñas y rojiza cuando alcanzan su mayor altura.

Cuestionada sobre la violencia que la prohibición genera en países como México, el rostro de la hermana se transforma y sus ojos se vuelven vidriosos. “Es terrible, me dan ganas de llorar. Mucha gente sigue muriendo y yendo a la cárcel, otros están enfermos y también mueren. Simplemente no es justo”, responde.

Las Hermanas del Valle reciben pedidos en su página de internet. Su vocero y también socio, el neoyorquino John Patrick Patti, afirma que la demanda es creciente y que han enviado paquetes a Sudamérica, Europa e incluso Asia. Los productos son acompañados con certificados de laboratorio, en caso de que sean inspeccionados.

“Analiza las opciones: puedes ir con los cárteles o puedes acercarte a empresas dirigidas por hábiles mujeres de negocios”, argumenta Patti, quien también se hace llamar el hermano John.

Kate y Darcy acuden cada semana a un café ubicado en la avenida principal de Merced para entrevistarse con sus clientes locales. Cargan una canasta con productos y bolsas con semillas para regalar a los curiosos. Los residentes de Merced, muchos de ellos latinos, se acercan a las hermanas para pedir su consejo y obtener algún descuento.

Una de ellas es Cinthia Sánchez, originaria de Aguililla, Michoacán. Cuenta que su padre de 80 años padece dolor crónico y que los medicamentos recetados por su médico no han logrado aliviarlo. “Compré un botecito, no sé con qué está hecho, solo sé que tiene mariguana y que mi papá le tiene mucha fe. Vamos a tratarlo por primera vez”, comparte en entrevista.

Pero también hay clientes antiguos, como la señora Marcia St Claire, quien sufre de artritis. Muestra sus nudillos y relata que tuvo que cortar su anillo de bodas. Las monjas le venden un bálsamo que la alivia como ningún fármaco tradicional. “Usted sabe, llega un punto en que es necesario descansar del dolor”.

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A 200 kilómetros de Merced se encuentra Sacramento, la capital del estado, donde los dispensarios de mariguana se han multiplicado. Solo en el centro hay una docena de opciones. Ninguno tiene letreros llamativos ni publicidad, parecen locales comunes o se instalan dentro de una casa.

En la puerta, los clientes son recibidos por un agente de seguridad que verifica su documentación. Si tienen permiso para comprar mota, pasan a la tienda, uno por uno, para comprar en privado.

“Muchas personas llegan aquí enviadas por médicos, pero no saben realmente qué es lo que están buscando”, acepta Shannan Landers, empleada del dispensario Green Solutions. En sus vitrinas puede encontrarse todo tipo de productos, desde dispositivos para fumar, hasta opciones más discretas como chicles y comida con la sustancia.

Landers celebra que entre sus clientes haya adultos mayores. Considera que su necesidad es más auténtica que la de algunos jóvenes que solo buscan el efecto psicoactivo. “La gente se beneficia de las tinturas, también tenemos productos que funcionan a través de la piel con un parche. Todos tienen beneficios médicos, dependiendo del alivio que cada quien busque”, explica.

Sacramento será también el centro del debate para la legalización total de la mariguana. Aunque los californianos ya la rechazaron una vez, a finales de 2010, las últimas encuestas demuestran un apoyo creciente rumbo a la elección de noviembre. Incluso algunos estudios, como el de Probolosky Research, muestran un apoyo cercano a 60 por ciento para el uso recreativo.

Cecilia Velázquez, una residente de origen latino, asegura a MILENIO que votará a favor de la propuesta. “Más y más, la gente está empezando a saber que es una medicina, que puede ayudar a nuestra economía y sacar a la gente de las cárceles. La prohibición no sirve”, opina.

Para ella y otros jóvenes, la explosión del negocio de la mariguana no pasa desapercibida. Según un estudio de la Fundación Norml, esta planta ya es el cultivo más rentable de California, por encima de las uvas, las almendras y las emblemáticas naranjas.

“Cada vez más muchachos ven a la mariguana como una opción económica, quieren trabajar en ello y entrar al negocio porque está creciendo”, considera Velázquez.

Sobre lo que ocurrirá en unos meses, las Hermanas del Valle son optimistas. “Es una discusión ridícula, ni siquiera debería debatirse”, dice la hermana Darcy y agrega: “Creo que la gente defenderá los derechos de todos y los derechos de la planta. Quizá en noviembre logremos su completa legalización”. Para ellas, no habría mejor noticia: su hábito ha resultado ser el marketing más barato y efectivo que podían imaginar.

Claves

La iniciativa de Peña

El pasado 21 de abril, el presidente Enrique Peña Nieto envió al Senado una iniciativa de reforma a la Ley General de Salud para permitir la autorización de medicamentos elaborados a base de mariguana y/o sus ingredientes activos, permitiendo el registro de medicamentos con mota o tetrahidrocannabinol (THC) en el país, así como su importación; además de aumentar a 28 gramos las dosis consideradas de uso personal.