Redacción
Venezuela.- Millones de venezolanos se dirigen el domingo a las urnas para una votación presidencial que representa un momento crucial para el movimiento socialista que ha gobernado la nación petrolera por 25 años.
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En el transcurso de una generación, el chavismo, como se denomina a este movimiento, ha destrozado la democracia del país, ha presidido un extraordinario desplome económico, como en ningún otro territorio sin guerra, y se ha convertido en la fuente de una de las mayores crisis migratorias del mundo.
Las elecciones, que se llevan a cabo en la fecha de nacimiento del fundador del chavismo, Hugo Chávez, enfrentan a su sucesor, el presidente Nicolás Maduro, con una figura previamente poco conocida, Edmundo González, un antiguo diplomático.
Pero González es en esencia el candidato sustituto de María Corina Machado, una impetuosa exdiputada que ha surgido como la nueva líder de la oposición del país, reuniendo a las personas con la promesa de restaurar la democracia y traer a los venezolanos de vuelta a casa. Cuando el gobierno de Maduró impidió que Machado se presentara a las elecciones, su coalición consiguió que González se uniera a la contienda en su lugar.
(Algunos analistas y comentaristas políticos han empezado a llamar a Machado la “dama de hierro”, ya que la exdiputada es simpatizante de Margaret Thatcher, ícono conservador).
El resultado de las elecciones es una incógnita, y todo el país está en expectativa. Maduro tiene un largo historial de inclinar los comicios a su favor —ha sido casi imposible para millones de venezolanos en el exterior registrarse para votar— e incluso de inventar resultados.
Pero las encuestas y decenas de entrevistas por todo el país muestran un gran entusiasmo por González. Los actos de campaña de Machado tienen la apariencia de peregrinaciones masivas, con seguidores que llenan una avenida tras otra y lloran en sus brazos a su paso, rogándole por un cambio radical.
Si González gana y se le permite asumir el cargo, es probable que enfrente inmensos desafíos, incluido el hecho de que casi todas las instituciones —incluyendo la Asamblea Nacional— siguen en manos del partido de Maduro o son leales al presidente.
Ambos bandos parecen creer que cuentan con las cifras necesarias para ganar.
La oposición se apoya en encuestas que dan a González alrededor de 20 puntos de ventaja. Pero personas cercanas al gobierno dicen que sus encuestas privadas muestran una contienda mucho más reñida.
Si la oposición no consigue ganar de manera aplastante, las tácticas usuales del gobierno de supresión de votantes, coerción y confusión podrían ser suficiente para asegurarle una victoria a Maduro, dicen los analistas.
Los candidatos celebraron mítines de cierre de campaña
Maduro aún puede atraer multitudes, y en su cierre de campaña en la capital de Caracas, estalló en el micrófono, describiendo el voto como una elección entre la “extrema derecha” y un socialismo compasivo que ofrecía paz y seguridad.
“¡Fascistas!”, gritó. “¡No volverán!”.
Algunas personas dijeron que habían acudido por lealtad a Chávez, o por temor a que la agenda de la oposición, favorable al mercado, les cueste sus empleos.
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La mayoría de los participantes llegó al centro de la ciudad en autobuses organizados por el gobierno y llevaban las insignias de los organismos estatales donde trabajaban. Los empleados del sector público del país han sido uno de los pilares del chavismo.
Pero la apatía también era evidente. Mientras Maduro hablaba, pidiendo lealtad y demonizando a la oposición, muchos participantes en el mitín descansaban en la sombra, recorrían las calles del centro o se dirigían a los cientos de buses que los esperaban para llevarlos a casa.
José Gregorio Urbina, funcionario retirado del gobierno local de Caracas, dijo que iba a votar por Maduro porque representaba a “los humildes, desposeídos, las comunidades indígenas, los obreros y todo el pueblo que ha resistido el imperio”.
En el mitín de Machado y González, que se llevó a cabo en una parte más acomodada de la ciudad, miles soplaron silbatos y aceleraron motores de motocicletas en un estruendo que duró horas.
Entre la multitud, Mairene Reimi, dueña de un laboratorio de análisis de sangre, calificó la movilización de Machado como el renacimiento del país.
La mayoría de los venezolanos vive en una búsqueda constante para satisfacer sus necesidades básicas, dijo, esperando tener suficiente electricidad o gas para cocinar, o suficiente dinero para llegar a fin de mes.
El evento terminó en medio de la oscuridad, con los teléfonos en alto, y las personas cantando el himno nacional.
Parada sobre un camión convertido en escenario, Machado llamó a la votación “una lucha mucho más que electoral”.
“Es una lucha espiritual”, dijo, “y vamos de la mano de Dios”.
Un movimiento socialista que solía entusiasmar a muchos en Venezuela
En 1999, Chávez llegó al poder después de unas elecciones democráticas, prometiendo sacar a millones de la pobreza y comprometiéndose a restructurar un sistema dirigido por una élite corrupta. Hoy, su movimiento gobierna un Estado ampliamente considerado corrupto, los líderes de su partido son la élite, y Machado promete removerlos.
Maduro ha mantenido su poder castigando a los disidentes, aplastando las protestas y cooptando las instituciones del Estado. Al mismo tiempo, el modelo socialista que alguna vez aclamó ha dado paso a un capitalismo brutal, dicen los economistas, con una pequeña minoría conectada al Estado que controla gran parte de la riqueza del país.
En parte, Maduro está celebrando elecciones debido a la presión internacional: Estados Unidos ha prometido levantar las sanciones económicas que castigan a la industria petrolera de Venezuela solo si el país celebra una votación presidencial competitiva.
Estas sanciones, las más estrictas de ellas impuestas por Washington en 2019, han estrangulado una economía ya de por sí estancada.
Muchos analistas creen que Maduro nunca pensó que Machado y González ganarían tanto impulso.
Los resultados electorales podrían llegar la noche del domingo, pero probablemente sea más tarde
La autoridad electoral del país está controlada por un discípulo del partido gobernante, Elvis Amoroso, quien está a cargo de hacer público el recuento de votos.
Muchas personas en Venezuela creen que Maduro tiene pocos incentivos para permitir un resultado que demuestre que ha perdido. Estados Unidos lo ha acusado de narcotráfico y ha ofrecido 15 millones de dólares por información que conduzca a su arresto. La Corte Penal Internacional lo está investigando por crímenes de lesa humanidad. Ambas cosas lo hacen vulnerable a procesos judiciales si deja el cargo.
Francisco Rodríguez, un economista venezolano y profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Denver, dijo que ve tres posibles escenarios.
Primero, el voto podría marcar el inicio de una transición democrática. Segundo, podría sellar la consolidación absoluta del poder de Maduro.
O, dijo, “podría ser, y es lo que yo más temo, el momento de una escalada y una profundización en el conflicto, en el conflicto destructivo que le continúa haciendo más daño a la sociedad y a la economía venezolana”.
Cualquiera que sea el resultado anunciado, es muy probable que sea impugnado por la otra parte, lo que posiblemente desencadene protestas y una respuesta violenta de las fuerzas armadas.
El próximo presidente podría no asumir el cargo hasta enero, lo que dejaría un extenso período de incertidumbre.
En entrevistas recientes en Caracas y Maracaibo, una importante ciudad en el extremo occidente del país, algunos partidarios de Machado prometieron tomar las calles si Maduro se declaraba ganador.
Luis Bravo, que vendía agua en el evento de campaña de Machado el jueves, llevaba un casco que también había utilizado en 2017 durante una serie de multitudinarias protestas contra el gobierno, donde dijo que vio a un estudiante ser asesinado y que casi había perdido un ojo por el proyectil de una bomba lacrimógena.
Si Maduro declara la victoria y hay manifestaciones, “seguro que salgo”, dijo Bravo. “Yo estoy rogando que no, que no lleguemos a eso. Porque obviamente se va morir mucha gente. Pero si toca, toca”.
Muchos otros podrían elegir quedarse en casa, temiendo que se repitan los anteriores actos de represión. O simplemente podrían marcharse, migrando a la vecina Colombia o al norte, hacia Estados Unidos.
El gobierno ha intentado distintas maneras de detener el impulso de Machado
Las autoridades han encarcelado a los trabajadores de su campaña y han bloqueado las carreteras que dirigen a los eventos de la exdiputada.
El gobierno ha suprimido el voto al dificultar el registro de los venezolanos que viven en el exterior —cerca de 4 millones— e intentó confundir a los votantes cambiando los nombres de los centros de votación. Algunos se han quejado de que sus centros de votación fueron cambiados sin su conocimiento.
Según Luis Lander, director del Observatorio Electoral Venezolano, un grupo independiente, la votación de este año es ya una de las más viciadas desde que Chávez llegó al poder.
En Caracas, la semana pasada, se le preguntó a González qué posición tendría Machado en su gobierno. “La posición que ella desee, será la que ocupe en mi gobierno”, respondió.
Por otro lado, el fiscal general de Maduro, Tarek William Saab, dijo en una entrevista que si bien algunas personas han sido “intoxicadas” con el mensaje de la oposición, “no son la mayoría”.
William Saab prometió que habrá “una elección pacífica, masiva, multitudinaria, sin actos de violencia que impliquen el sabotaje a la cita electoral”.
Con información del New York Times