Redacción
La industria automotriz europea se encuentra en una encrucijada, enfrentando dos retos que podrían redefinir su futuro. Por un lado, los estrictos límites de emisiones de CO2 que impondrá la Unión Europea a partir del próximo año, y por otro, los aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos, que podrían desatar una guerra comercial si no se logra un acuerdo.
Los nuevos estándares de la UE establecerán un máximo de 93.6 gramos de CO2 por kilómetro recorrido, un 15% más exigentes que los actuales, con sanciones que podrían alcanzar los 15.000 millones de euros para aquellos fabricantes que no cumplan.
En paralelo, los aranceles aprobados el 4 de octubre complican el panorama, ya que podrían afectar el costo y la competitividad de los vehículos eléctricos importados desde China.
Durante el reciente Salón del Automóvil de París, las tensiones fueron evidentes entre los ejecutivos de la industria. Luca de Meo, CEO de Renault, destacó los avances europeos, aunque admitió que la competencia es feroz. «Hemos demostrado que Europa puede competir con China», afirmó, subrayando que su compañía ha reducido los tiempos de desarrollo de nuevos modelos, como el Twingo eléctrico, que costará unos 20.000 euros.
Sin embargo, De Meo fue crítico con el enfoque europeo: «En Europa, cada ingeniero cree tener la fórmula secreta, mientras que los chinos desarrollan el coche en torno a piezas ya existentes». Esta agilidad en la producción ha permitido a las automotrices chinas posicionarse rápidamente en el mercado de los vehículos eléctricos.
De Meo resaltó que los fabricantes europeos tienen una ventaja en la producción de coches pequeños, ideales para las ciudades del continente, pero advirtió que la transición hacia la electrificación es una «apuesta arriesgada». Las fábricas de Renault en Francia, que han sido reconvertidas para producir vehículos eléctricos, podrían enfrentar dificultades si no logran incrementar sus ventas.
Oliver Zipse, CEO de BMW, coincidió en que los objetivos de emisiones de CO2 para 2025 deben ser revisados. Según Zipse, si la UE mantiene estos límites, Europa seguirá dependiendo de las baterías chinas, fabricadas por empresas como CATL y BYD, lo que afectaría la competitividad de la industria europea. Luca de Meo compartió la preocupación y añadió que la prohibición de los motores de combustión para 2035 representa una amenaza para las bases de la industria automotriz del continente.