Redacción
La actividad física, las malas posturas, los sobreesfuerzos y la sobrecarga repetitiva pueden influir en ti y provocarte dolores cervicales frecuentes, pero no son los únicos factores de este dolor.
Si bien este malestar está tradicionalmente relacionado con la carga y esfuerzos físicos, algunos estudios apuntan a que esto podría ser incluso el resultado de la genética. Aún así, no se sabe con exactitud cuáles son los límites entre la regulación irremediable por parte de los genes y la regulación por la activación genética que depende del ambiente.
Por otra parte, cada vez se conoce mejor el papel de los factores psicosociales en la percepción del dolor. Aspectos de la personalidad como tener dificultades para dirigirnos hacia lo queremos en nuestra vida, persistir en nuestros objetivos y gestionar los cambios, junto con una alta tendencia a evitar el daño y asumir riesgos, han demostrado influir en la experiencia de dolor y su cronificación. Sin embargo, ser optimista, extrovertido y tener habilidades sociales ayudan a afrontarlo de forma más efectiva.
Además, el percibirse uno mismo como poco eficaz y con poco autocontrol sobre el dolor tampoco ayuda. Atribuirle un significado negativo, que nos preocupe en exceso y mantener bajas expectativas con respecto su evolución, aumenta el riesgo de que el dolor aumente y se perpetúe. Si este genera emociones negativas mantenidas en el tiempo o nos arrastra a la ansiedad y a la depresión, sumamos factores que lo agravan.
El estrés también influye. La cascada neurocomportamental que nos prepara para afrontar aquello que percibimos como amenaza puede convertirse en un estado de angustia y sufrimiento si uno no es capaz de adaptarse a las demandas que percibe como peligrosas. Por una parte, se ha demostrado que la sensibilidad al dolor depende, entre otros factores, de los niveles en sangre de cortisol, hormona del estrés. Por otra, sentir y experimentar el dolor crónico como amenaza para la salud y el bienestar produce estrés. Esto cierra el círculo vicioso que retroalimenta a ambos.
¿Qué podemos hacer?
Primero, asegurarnos de que se trata de dolor cervical inespecífico. Si este es el diagnóstico médico, lo más sencillo puede ser lo más sensato. La ciencia ha llegado a la misma conclusión que el sentido común. Una vida activa con ejercicio físico cotidiano, alimentación saludable y una actividad laboral sin tanta presión puede ayudar mucho.
Si nos ocupamos de fomentar relaciones sociales satisfactorias, un estado de ánimo positivo, expresar aquello que nos preocupa en un entorno de seguridad y buscamos solución a los conflictos interpersonales mediante la comunicación respetuosa y la empatía, facilitamos un autoabordaje del dolor integral, activo y positivo.
Con información de Grandes Medios