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La postergación de tareas es moneda corriente en la vida laboral. Si bien una dosis adecuada puede ayudar a ganar productividad, el exceso pone en riesgo el cumplimiento de objetivos y metas, y hasta puede volverse patológico. Hacer listas, trabajar en equipo y rodearse de personas eficientes son algunos tips para entrenar este hábito de la conducta.
La situación es común. El ejecutivo se sienta, dispuesto a tachar de su lista una tarea pero, sea por su dificultad o porque no es su tema preferido, la posterga, ya sea para resolver temas que le parecen más urgentes o porque se distrae con otros. La procrastinación, o postergación de tareas, es moneda corriente en la vida laboral. De hecho, al hacer una búsqueda rápida en Amazon, los resultados arrojan más de 1.300 publicaciones que intentan ‘curarla’, derrotarla o eliminarla. Los especialistas coinciden en que algo de procrastinación incluso puede ayudar a la productividad. El problema es cuando no se cumplen las metas.
“Es inherente a la persona y a todos les pasa. Más allá de que uno esté conforme con su trabajo, no elige lo que hace el 100% del tiempo. Entonces, lo primero es reflexionar si es algo circunstancial o que denota una cuestión vocacional o, incluso, que involucre a otras personas”, distingue Miguel Cortina, director de AL Grupo Humano.
Es una cuestión de actitud
La ola a favor de la procastinación asegura que, si se la estructura o se la vuelve ‘activa’, puede terminar en mejores resultados y, a fin de cuentas, el cumplimiento de los objetivos. La primera clave, entonces, es que, en lugar de hacer la tarea que uno elige posponer, por lo menos ese momento se aproveche para hacer otros pendientes. Pero los consultores coinciden en que la procastinación, en el fondo, tiene una raíz actitudinal. “Por un lado, está el grado de compromiso con la actividad, que lleva a tomar una decisión. Con los tiempos acelerados por la tecnología, se puede producir mejor. Pero también es un boomerang que puede jugar en contra, dependiendo de la actitud”, distingue Alberto Fernández, de la consultora Schein.
“Desde el coaching, hay una mirada de que la procastinación es un hábito conductual. La pregunta no es por qué, sino para qué. El que procastina, posterga lo urgente e importante. Se queda dentro de su caja de confort. Es una persona que mira el futuro, anhelándolo, pero no se hace cargo de generarlo”, da otra visión Daniel Rosales, al frente de la Escuela Latinoamericana de Coaching.
El foco, entonces, está en si los resultados y objetivos, finalmente, se cumplen en tiempo y forma. Si la procastinación hace que el profesional dilate el momento de hacer una tarea, pero cumple el deadline, puede ser una cuestión de preferencias de modo de trabajo. “El hábito de procastinar se convierte en cierre de posibilidades cuando no se cumplen las promesas”, alerta Rosales. Lo que hace ese incumplimiento es minar la confianza, tanto en uno mismo como de los demás hacia la persona. El riesgo es que se convierta en algo patológico.
Alternar tareas
Hacer una lista de tareas ayuda a estructurar. No está mal, como estrategia, alternar tareas más livianas con aquellas que requieren mayor concentración, diseño de políticas o toma de decisiones. “Hay un tema de gestión del tiempo. A veces, el justificativo que uno se pone es que no tiene tiempo de hacer esa tarea, entonces empieza por otra. Pero uno puede estar dominado por el tiempo o, en cambio, dominarlo, planificando mejor el día a día”, aconseja Carlos Contino, de la consultora Cona.
Rodearse de gente productiva también puede ser una buena idea, ya que los hábitos se pueden contagiar. “Una solución es fomentar el trabajo en equipo, porque los objetivos se vuelven comunes y hay menos posibilidad de postergar. El líder debería motivar a todos los miembros a que cada uno aporte para el cumplimiento”, añade Gustavo Trípodi, gerente de Atención al Cliente de RH Pro. En línea, los objetivos personales las recompensas también ayudan a que la persona se decida a cumplirlos. “En el fondo, lo que sucede es que hay muchas presiones y frentes abiertos, entonces se pierde la capacidad de ver qué es lo urgente”, concluye.