John Ackerman
El verdadero saqueador de México se llama Luis Videgaray.
El flamante Secretario de Relaciones Exteriores fue el arquitecto de la reforma energética que ha regalado nuestro oro negro a las grandes empresas trasnacionales y disparado los precios de la gasolina. Como Secretario de Hacienda, Videgaray redactó la Ley de Ingresos de 2017 que incluye los actuales gasolinazos. Durante sus cuatro años a cargo de las finanzas del país, el mexiquense endeudó al país como quizás ningún otro personaje en la historia.
Entre 2012 y 2016, la deuda pública pasó de 34.3% a 50.5% del Producto Interno Bruto (PIB). Durante 2017, todos los mexicanos pagaremos la cantidad de 569 mil millones de pesos, el equivalente a 2.8% del PIB, solamente por el concepto de servicio a los intereses de la deuda. Pero si continúa la devaluación del peso mexicano la cantidad será aún mayor ya que una gran parte de la deuda está cotizada en dólares estadounidenses.
Videgaray fue, en parte, responsable de la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos. La visita del magnate neoyorkino a México en plena campaña presidencial fue crucial. La conferencia de prensa en Los Pinos, el 31 de agosto de 2016, permitió que un hombre profundamente racista, machista, fascista y, sobre todo, anti-mexicano pudiera dar la imagen de ser un hombre de Estado y supuestamente “amigo” de los mexicanos. Videgaray y Enrique Peña Nieto utilizaron el poder y los recursos del Estado mexicano para influir en los resultados electorales del país vecino. Fue una intervención aún más insidiosa y preocupante que la supuesta intromisión de Vladimir Putin en aquellos comicios.
Ahora nos encontramos en la indignante situación en que un confeso enemigo del pueblo mexicano con nula experiencia en la diplomacia será el responsable de defender México del embate conducido por su amigo Trump en contra de todos los mexicanos. El ataque ya inició con la cancelación de inversiones en México de parte de las empresas Carrier y Ford. Y no tardan en llegar tanto las expulsiones masivas de mexicanos residentes en los Estados Unidos como la construcción de un enorme muro en el Río Bravo.
Y en estas eventualidades ya sabemos de cuál lado del balón estarán Videgaray y Peña Nieto. Para ellos, hacer perder a México es un gran negocio.
Ahora bien, con respecto a los otros “saqueadores”, quienes la semana pasada se llevaron una gran cantidad de mercancías de supermercados y tiendas de autoservicio, toda la evidencia apunta a que fueron orquestados desde el mismo poder. Múltiples testimonios, videos y audios documentan como policías del Estado de México participaron directamente en los ataques a los establecimientos comerciales e incluso ofrecieron dinero a ciudadanos para participar en los operativos. Simultáneamente, un ejército de “bots” a favor de los saqueos se activaron en las redes sociales con el fin de alentar el caos. También se circularon audios vía WhatsApp con mensajes aprócrifos sobre la inminencia de un golpe de Estado o una masacre generalizada de la población.
Este tipo de guerra psicológica primero fue ensayado por el Gobierno de los Estados Unidos en el Golpe de Estado de 1954 en Guatemala. Por medio de la difusión de rumores falsos con un canal apócrifo de radio generaron una psicosis generalizada que permitió que un pequeño grupo de soldados entrenados por los Estados Unidos, al servicio del General Guatemalteco Carlos Castillo, pudieran derrocar rápidamente al gobierno democrático de Jacobo Arbenz. Hoy se utilizan las mismas estrategias, pero no para derrocar a un gobierno popular sino para mantener en el poder a un pequeño círculo de amigos y compadres de Peña Nieto en medio de la enorme ola de indignación social.
Este tipo de guerras psicológicas tiene dos objetivos.
Primero, se busca generar miedo para desalentar la protesta. La idea es que los ciudadanos se queden inmóviles en sus casas en lugar de reunirse con sus compatriotas en repudio al mal gobierno. Un cartel digital que recibió un servidor vía WhatsApp, por ejemplo, señalaba enfáticamente que la estrategia más efectiva para protestar el aumento de los precios de los hidrocarburos sería quedarse en casa y simplemente “NO HACER NADA”. Más claro ni el agua.
Por otro lado, se busca que las exigencias ciudadanas abandonen la importante solicitud de revertir el gasolinazo y en su lugar reclamen de manera desesperada la imposición de “orden” por medio de la utilización de la fuerza del Estado. En otras palabras, el objetivo es allanar el camino para la próxima aprobación de una nueva Ley de Seguridad Nacional que impondría un estado de excepción permanente en todo México, analizado recientemente por un servidor en estas mismas páginas (véase: http://ow.ly/J5Qe307J2Sg)
Desde el primer día del actual sexenio, el 1 de diciembre de 2012, el gobierno de Peña Nieto ha recurrido a este tipo de estrategias de provocación y de miedo cada vez que se levanta la ira ciudadana y el pueblo se atreve a tomar las calles y las redes. También lo ha implementado en las coyunturas electorales. Tanto en 2015 como en 2016 se buscó desalentar la participación electoral por medio de mensajes de miedo enviados a miles de celulares, particularmente en Veracruz. Lo que vivimos la semana pasada fue apenas una pequeña prueba de lo que el gobierno tiene preparado para la histórica elección presidencial de 2018.
En este contexto, hoy duele más que nunca la ausencia de Don Julio Scherer García a dos años de su lamentable partida. En el enrarecido contexto actual de desinformación y manipulación mediática es hoy particularmente indispensable contar con medios de comunicación profesionales y cercanos a la gente como Proceso. Gracias Julio, Gracias Rafael y gracias a todo el equipo de la revista por su trabajo cotidiano y por el enorme honor de poder compartir estas páginas con tan distinguidas plumas y valientes periodistas.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
Publicado en Revista Proceso No. 2097
(C) John M. Ackerman, Todos los derechos reservados
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