Marisol Gámez
Como todos los días, don José se levanta temprano. Hace tiempo que se siente débil, enclenque, pero Chester, su perro y única compañía de los últimos años, bien merece su habitual caminata por el parque. Para motivarse, el hombre recuerda que el olor del césped en las mañanas frescas y la humedad del rocío son para su alma, como una inyección de vida. Al escuchar el silbido de su dueño, Chester transforma su mirada triste y lánguida en una alegría que expresa con ladridos y coletazos. Conmovidos hasta los huesos, sus vecinos, de lápida y mausoleo, los miran con discreción. Chester es un buen perro y José aún necesita tiempo.