Nicolo Machiavelli Savonarola
Aguascalientes, Ags.–Un par de comentarios periodísticos publicadas este viernes 18 de septiembre del 2015, en la columna cómo, cuándo y dónde abordan, el tema de las precampañas al interior de los partidos para buscar la nominación de quienes aspiran a cargos de elección popular. En ambos casos surge un acre cuestionamiento acerca de tan absurda legislación para “encausar las precampañas como actos con sustento en la ley de la materia”.
Llegan a mi memoria unos comentarios vertidos sobre este tema en una mesa política en la que concurrimos los diez partidos con registro nacional que en ese momento estábamos dentro de la competencia político electoral, a dialogar con el gobernador del estado, que en aquél momento era Felipe González. Recuerdo que cuando se discutió este tema de las precampañas, la opinión de quien esto escribe fue, que la Constitución General de la República únicamente se refería a las campañas electorales como los únicos actos válidos para hacer proselitismo electoral para la obtención del voto popular.
Pero además, y en eso puse un acento especial, que la nominación de los aspirantes a candidatos en cada instituto político era un asunto interno que competía única y exclusivamente a cada partido, y que la sociedad no tenía por qué participar en dicha selección, pues era de interés puro de cada partido, no obstante el que la ley los considerara como entidades de interés público. Este razonamiento se fundaba en que la elección de los precandidatos que aspiraban a ser nominados, no estaba establecida en ningún ordenamiento legal, desde la CPEUM hasta las leyes electorales locales. Que el único procedimiento que realmente le importaba al electorado, y por ende el único en el que estaba obligado por ley a participar, era el de votar o ser votado, aunque esa participación estaba sujeta al libre albedrío del ciudadano, es decir a su total y absoluta libertad de hacerlo o no, en virtud de que no existía sanción alguna al no hacerlo.
En suma, que la selección de candidatos al interior de los partidos, debería y debe ser, un acto que pase totalmente desapercibido por los ciudadanos, pues finalmente sabemos que los procesos de selección no tienen ni un ápice de democráticos, sino que es pura simulación; y cuando algún tinte democrático puede haber, se convierte en una verdadera reyerta entre correligionarios, derivando en un denigrante espectáculo a los ojos de los ciudadanos.
Este corolario viene al caso por las dos notas ya citadas y que a continuación transcribo tal cual:
…Agenda.- Cuando muchos que quieren ser candidatos ya tienen semanas, cuando no meses, dejándose ver con cualquier pretexto, el nuevo Órgano Público Local Electoral, formalizó el 4 de octubre próximo, o sea de este Domingo en dos semanas, como la fecha de arranque oficial para el proceso que concluirá con las votaciones que deben realizarse el primer Domingo de junio, o sea el día 5, y que tiene ya una agenda fijada para la celebración de las precampañas al interior de los partidos, las precampañas de los nominados y las campañas en forma, que comenzarán el 3 de abril próximo, para la renovación de las alcaldías, los ayuntamientos y la elección del próximo gobernador de la Entidad.
…Reforma.- Pese a que hay señales de fastidio extremo y un verdadero clamor por acortar los tiempos electorales, la reciente reforma electoral no atiende esta demanda y mantiene los prolongados períodos para que los que quieren una candidatura se promuevan públicamente, asegurando que lo hacen sólo para el interior de sus partidos, a lo que seguirán semanas de las mentadas precampañas y así hasta que cuando llega la elección la ciudadanía está al borde de la catatonia, con el único consuelo que, salvo que le repitan la dosis y esto se prolongue de nuevo, el año próximo en esta Entidad no tenemos otro proceso qué padecer.
Coincido con estos comentarios en todos sus puntos, pues resulta hasta inhumano tanto atosigamiento de los partidos políticos durante el periodo del proselitismo sea éste de precandidaturas o candidaturas, en cuyas contiendas no proponen nada coherente, no dicen nada constructivo que interese a la sociedad, pues sólo se concretan a descalificar y sacar y exhibir la ropa sucia del adversario, es decir, que se rebajan, degradan y vulgarizan de tal manera hasta el punto de ser viles lavanderos o verduleros, sin el ánimo de ofender a quienes viven de ejercer estos dos oficios, sino únicamente para usarlos como un referente que nuestros antepasados solían usar cuando uno alegaba y charlataneaba sin ton ni son.
La pregunta obligada es, de quién fue la genial idea de cambiar la legislación electoral específicamente en este tema, si nada constructivo para al educación cívica y por supuesto para la democracia ha aportado esta estulta reforma, y cuyo oneroso gasto bien podría tener destinos de más provecho social.
Con justa razón se ha denominado todo lo electoral como partidocracia, pues son los partidos políticos, y únicamente los partidos políticos, los que cada que realizan reformas de naturaleza electoral, encarecen el costo de nuestra democracia, y en paralelo ahuyentan al electorado de las urnas, amén de elevar el precio de cada voto ejercido. Pero también de deslegitimizar de manera paulatina a los funcionarios electos.
El legislador federal y local deben revalorar este asunto de manera objetiva y eliminarlo de la legislación, así como revalora la pasada reforma y dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Me refiero a los órganos electorales locales y a la selección de sus integrantes. Finalmente no existe ahorro alguno para las entidades federativas, pues serán estas las que absorberán el costo total de la elección. Y me parece que existen métodos más ortodoxos y democráticos en los que la injerencia de gobernantes y partidos no contaminen la selección de los integrantes de quienes lleguen a integrar los órganos electorales locales. Sólo es cuestión de ser un poco creativo y racional.