¿Tianguis de los Muertitos o fritangas y piratería? Adiós la tradición

Francisco Espinosa

Aguascalientes, Ags.- Si hiciese falta ilustrar aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, bastaría con darse una vuelta al mercado que cada año se instala por el día de los muertos en Avenida Convención, cerca de la calle Guadalupe, en la que está instalado desde hace mucho tiempo el panteón de la Cruz.

Dice la señora Esther, que desde hace más de diez años vende calaveritas de azúcar, que la tradición se ha convertido en un escenario oportunista para el ámbito comercial. Afectada en sus bolsillos, el sinfín de lo que ofrece la vendimia poco tiene que ver con una de las tradiciones más importantes para los mexicanos.

Del largo camino de puestos que conforma al que coloquialmente se le conoce como Tianguis de los Muertitos, menos del 5% siguen siendo alusivos a la festividad que cada 2 de diciembre acapara la atención de las familias mexicanas.

El paisaje lo acaparan puestos de piratería: ropa, calzado, lentes, disfraces, máscaras de luchadores y música. El mexicanismo de lo barato se instala sin oposición aparente.

Entre tanta mercancía sin el mote de original, otro aspecto que reúne al país es lo más recurrente en los establecimientos de lonas y lazos. Como en todo el territorio nacional, a todas horas, puestos de comida donde reina la grasa aromatizan la dinámica matutina de un mercado somnoliento que entiende que son las noches de estos días donde la gente se acerca a dejar su dinero. Tacos, pan y hasta brochetas de camarón son ofrecidas en precios accesibles, dejando de lado condiciones de salubridad que nunca se toman en cuenta a la hora de que hace hambre y se está en la calle.

Al igual que Doña Esther, para Raúl el sentido de la festividad se ha perdido al menos en ese mercado. Sin embargo, dice no perder el tiempo en diatribas de enojo respecto a sus vecinos taqueros. Dando a 30 pesos la pieza de pan muerto mediano, intenta ser optimista bajo el lema de que el sol sale para todos. Mucho más comprensivo, indica que sería injusto tomársela con las personas que sólo intentan llevar algún dinero al hogar. “Venden lo que venden porque es lo que la gente compra”, dice con mucha lógica.

En el mismo tono, Omar, un joven de a penas 20 años con cara de aburrido, precisa que ninguno de los vendedores que se encuentran en el mercado está porque quiere. “Todo tenemos necesidad, a mí me gustaría estar dormido ahorita”, dice el vendedor de lentes que defiende que cada persona venda lo que le venga en gana, sin importar si es alusivo o no al Día de Muertos.

Son a penas las 10 de la mañana. El mercado luce dormido a la espera de que el día corto se esfuerce y la noche traiga a cientos de transeúntes que van por cualquier antojo, sabedores que es ahí donde se puede encontrar de todo. Lejos de los panteones llenos de gente, el mercado se alista para su turno. Mientras, el pan de muerto luce en estatenrías a las que poca gente se acerca, un simbolismo de una festividad que se ha convertido en el pretexto perfecto para entregarnos a muchos vicios que tenemos instalados desde hace mucho tiempo: piratería, comida y ropa barata.

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