El País
Poner (buen) orden en nuestro armario físico se ha convertido en una evidencia y en una rutina desde que Marie Kondo llegó a nuestras vidas. Pero ¿qué decir de esos espacios de almacenamiento virtuales y sin embargo muy reales donde abandonamos emails y más emails, inconscientes como somos del impacto global y pernicioso que tienen sobre el planeta?
No somos conscientes de ello pero un email tiene un coste ecológico. Por cada email almacenado en nuestro correo, diez gramos de CO2 son generados al año. Dicho así, suena a una cantidad irrisoria. No lo es si tenemos en cuenta que cada día se envían en el mundo 293.000 millones de emails, según cifras del 2019. Y lo que es peor, el 90% de los correos recibidos son spams y el 60% de las newsletters enviadas no son abiertas nunca.
Estos son datos de la aplicación Cleanfox, una start-up francesa lanzada a finales del 2016. Cleanfox propone eliminar gratuitamente no cualquier email sino newsletters que están ocupando espacio en tu buzón de correo y además, si lo deseas, puede cancelarte la suscripción. Por otro lado la aplicación dedica una parte de sus ingresos a plantar árboles en Zambia a través de la organización internacional WeForest. Existe también en versión móvil para Iphone y Android.
Acabo de utilizar la aplicación para mi correo privado, y he conseguido cancelar la suscripción a 14 newsletters (algunas ni recordaba que existían), borrar 89 mails (que tenía absolutamente perdidos en mi memoria e igualmente perdidos en el ordenador) y a lo tonto, a lo tonto, he conseguido ahorrar 890 g. de C02 al año. Lo sé porque la aplicación te ofrece la estadística de la limpieza realizada.
¿Qué pasaría si cada ciudadano pertrechado de un ordenador se pusiera también manos a la obra para liberar espacio virtual? Y cada ciudadano pertrechado de un ordenador es mucha gente. Según leo en el blog de Cleanfox, en el 2018 el 54% de la población mundial estaba conectada a Internet: más de cuatro mil millones de internautas.
La respuesta a mi pregunta del párrafo anterior es que estaríamos colaborando globalmente a salvar el planeta. La polución digital hoy en día es más importante que la que provoca la aviación civil. Según leo en la web Arobase, una empresa compuesta de 100 personas genera cada año por culpa del correo electrónico 13,6 toneladas de CO2, lo que representa la polución provocada por 14 vuelos ida y vuelta París-Nueva York.
¿Por qué se produce la polución digital? Se debe a que nuestros emails están alojados en enormes centros de datos (data center), que están permanentemente encendidos, por lo que además hay que enfriarlos. El 40% de la energía que consumen se destina precisamente al enfriamiento de los servidores. Y a todo eso hay que sumarle además que la mayoría de los emails están duplicados para asegurarse su “supervivencia” en caso de que un centro de datos sufriera una avería o un incendio. Hasta la fecha Cleanbox ha sido utilizado por más de 2,7 millones de personas, que suprimen una media de 1.100 mails. Esto supone un ahorro de 11 kg de CO2 por persona y la plantación, hasta la fecha, de 15.000 árboles
Podemos eliminar nuestros mails no deseados con aplicaciones como Cleanfox pero de hecho no necesitamos mucha tecnología para poner orden en nuestro mundo digital. ¿Cuántos años tenemos que conservar los documentos, las fotos, vídeos y gifs animados que hemos enviado o que hemos recibido a través de las redes sociales? Además de las apps tenemos que buscar tiempo (y armarse de paciencia) para dedicarnos a borrar tweets, posts y demás que empiezan ya a estar mustios y encima son contaminantes. Parece que fue ayer pero de hecho hace años que estamos alimentando redes sociales y ocupando espacio en los servidores y, aunque pase lejos de nuestra vista y de nuestro corazón, la realidad es que todo ello tiene un coste ecológico.
Y si mientras realizamos la limpieza nos damos cuenta de que realmente queremos conservar algún documento es mejor que sea en papel porque a largo plazo el papel no contaminará tanto como la alimentación de los centros de datos. Dicho lo cual, no sé si Marie Kondo estaría muy de acuerdo con este último consejo.
Aquí la nota: El País