Los Ángeles Times
Australia.- Para un enfermero en uno de los rincones más remotos de Australia, la cuestión fue ‘hágalo usted mismo o se muere’.
Solo en su puesto de trabajo, a más de 600 millas de la ciudad de Perth y a 100 millas de distancia de cualquier hospital, el hombre de 44 años experimentó un mareo repentino y severo dolor en el pecho. Lo que hizo a continuación fue notable, salvó su vida y, en gran medida, resultó instructivo.
El hombre conectó cables eléctricos a la parte superior de su cuerpo, registró un gráfico de ritmo cardíaco y lo envió a través de una línea telefónica instalada en 2012 para obtener atención médica en los centros de control remoto de Australia.
A cientos de millas de distancia, los médicos de urgencias estudiaron minuciosamente los picos y ejes de su electrocardiograma para confirmar que un coágulo -probablemente una masa suelta de placa de grasa- está alojado en su arteria coronaria derecha.
Con el suministro de sangre oxigenada restringido, el corazón del enfermero había disparado una andanada de señales eléctricas erráticas y peligrosas. Su pulso estaba acelerado y su vida corría serio peligro. Un segundo electrocardiograma, enviado por el enfermero 50 minutos más tarde, confirmaba su grave situación. La taquicardia sinusal (series de latidos cardíacos rápidos) sugería que el vaso había pasado de estar parcialmente bloqueado a completamente tapado.
En otras palabras, la situación era delicada, y empeoraba.
Si el flujo de sangre al corazón no se restablecía muy pronto, el resultado probablemente sería una descarga de ritmos cardíacos letales, según el Dr. John Osborne, cardiólogo del Dallas Cardiovascular Center y voluntario de la Asociación Cardíaca Estadounidense.
Estos electrocardiogramas fueron obtenidos por el paciente que experimentó un ataque al corazón. El de la parte superior muestra un bloqueo cardíaco completo y un bloqueo de rama derecha, entre otros problemas. El inferior fue tomado aproximadamente 50 minutos más tarde y muestra taquicardia sinusal. (New England Journal of Medicine).
Una vez que esos bombeos comenzaran, dice Osborne, la probabilidad de morir del enfermero aumentaría un 10% cada minuto que el flujo sanguíneo permaneciera bloqueado.
Si el paciente sobrevivía, agregó, las cicatrices y el daño al músculo de su corazón probablemente lo debilitarían, aumentando las posibilidades de que fallara nuevamente en poco tiempo.
Sin embargo, el paciente no se intimidó. Colocó un catéter intravenoso en su propio brazo, masticó una aspirina de máxima potencia y se suministró un trío de medicamentos para el ataque cardíaco: una tableta del clopidogrel antiplaquetario (conocido comercialmente como Plavix), una dosis de nitroglicerina debajo de la lengua, y suero intravenoso de heparina, un diluyente de la sangre.
Luego, ensambló a la McGyver un juego de herramientas de medicinas de cardiología de emergencia. Existe un fármaco anticoagulante llamado tenecteplasa, que actualmente tiene un uso limitado ya que los cardiólogos prefieren emplear dispositivos de extracción de coágulos en los laboratorios de cateterización hospitalaria. Las jeringas de adrenalina, atropina y amiodorona están preparadas para estimular y estabilizar las corrientes vacilantes de un músculo cardíaco carente de oxígeno. Finalmente, agregó un analgésico opioide a la mezcla, porque las cosas podían empeorar con prisa.
Por último, el enfermo colocó las almohadillas del desfibrilador en su propio pecho, listo para devolverle el ritmo a su corazón si era necesario.
Entonces llegó un alivio temporal: la tenecteplasa -una llamada droga trombolítica, creada por bioingeniería a partir de células ováricas de hámsters chinos- parece haber tenido éxito en disolver el coágulo. Había solo una posibilidad del 50% de que funcionara. Mejor aún, el enfermero no ha sufrido hemorragias en el cerebro, el efecto secundario más temible de la droga. Esto ocurre en 5% a 7% de los pacientes y puede causar un accidente cerebrovascular potencialmente devastador.
“No intenten esto en casa, niños”, advirtió el Dr. Osborne, quien señaló que es más probable que a los pacientes que vivan en un rango de dos horas de proximidad con un hospital se les practique un electrocardiograma mientras están en camino, en una ambulancia, y les retiren sus placas mediante un dispositivo de recuperación de coágulos en lugar de disolverlos con tenecteplasa. Incluso en partes remotas de los Estados Unidos, los técnicos médicos de emergencia, los médicos de urgencias y cardiólogos están ideando formas de acelerar la liberación de las arterias coronarias bloqueadas por coágulos y placas.
Pero la velocidad y el ingenio del enfermero australiano pueden ser inspiradores para todos, sostuvo Osborne.
A continuación, algunos consejos:
- Conozca sus antecedentes familiares y minimice sus riesgos al dejar de fumar y tratar la presión arterial alta, el colesterol preocupante y la diabetes.
- Cuando sospeche que algo anda mal (o tenga alguno de estos síntomas), no espere. “Si tiene dolor en el pecho, llame al 911”, dijo Osborne. “Hágalo. Si hace la llamada incorrecta, puede morir”.
- Siga el ejemplo del enfermero y mastique una aspirina completa (325 miligramos). Este es un primer paso recomendado para los pacientes que creen que están sufriendo un ataque al corazón.
Para explicar la urgencia de actuar rápidamente sobre los síntomas del ataque cardíaco, Osborne ofreció los siguientes datos.
- En la mitad de los hombres y dos tercios de las mujeres, el primer síntoma de enfermedad cardíaca es la muerte.
- En 2018, los accidentes cerebrovasculares y los ataques cardíacos representarán el 40% de los decesos en los Estados Unidos, y cerca del 75% de las muertes entre las personas con diabetes.
- Alguien en los EE.UU. muere de una apoplejía o un ataque cardíaco cada 40 segundos.
¿Cómo terminó la historia del enfermero?
El hombre vivió para ser transportado por el Royal Flying Doctor Service a una unidad de cardiología en Perth. Allí, los cardiólogos confirmaron un estrechamiento severo de la arteria coronaria derecha de su corazón y una leve disfunción sistólica del ventrículo izquierdo.
Un stent, un pequeño dispositivo que abre la arteria ocluida del paciente, se enroscó en el lugar de la molestia y se dejó allí para mantenerla abierto. Apenas 48 horas después, el hombre regresó a su remoto puesto de avanzada en Coral Bay, en el oeste de Australia.
Su verdadera historia fue relatada en un caso de estudio publicado en la edición de esta semana del New England Journal of Medicine.
“En ausencia de más personal capacitado o de recursos médicos, las acciones de este paciente probablemente hayan tenido un efecto beneficioso sustancial en el resultado clínico”, escribieron tres doctores tratantes en el Hospital Sir Charles Gairdner en Nedlands, Australia Occidental.
“Sin embargo”, señalaron, “el automanejo de un infarto de miocardio por parte de una persona no puede considerarse médicamente apropiado si hay otra opción disponible”.