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CDMX.- Del Auditorio Nacional al Hemiciclo a Juárez. De los gritos en contra de Donald Trump a los gritos contra Peña Nieto. Del #VibraMéxico al “Unidos por México”, del Himno Nacional mexicano al Cielito Lindo. No hubo acuerdo en la marcha que pretendía ser de unidad mexicana ante el racismo de Donald Trump, no lo hubo ni siquiera para cantar el himno.
A las dos de la tarde, a la hora en que se había convocado para cantarlo en el Ángel de la Independencia, se oyó más fuerte el “¡Fuera Peña”, el “¡México sí, Peña no”. El “mas si osare un extraño enemigo…” sonó más débil.
La marcha #VibraMéxico que partió del Auditorio Nacional con más de 70 organizaciones, como Causa Común, había llegado una hora antes.
Y aunque la activista María Elena Morera decía que estaban unidos con la manifestación que llegó del Hemiciclo, lo cierto era que, del otro lado de la glorieta, Isabel Miranda de Wallace, de Alto al Secuestro y quien había mostrado su apoyo a Peña Nieto, ni siquiera podía subir las escalinatas, rodeada por un tumulto que le gritaba “vendida” y “provocadora”.
Pobre México, tanto odio de Trump y tan cerca de Peña Nieto. Porque tan sólo la insinuación de que la marcha era en apoyo del Presidente mexicano, tan devaluado como el peso, desataba discusiones.
En el Auditorio, los granaderos encapsularon a un grupo de manifestantes que gritaban “televisos”, “traidores” y “vendidos” a quienes se ponían a la vanguardia.
No perdonaban a las organizaciones su llamado a una “marcha respetuosa”, sus vestidos de blanco, sus sombreros, las sandalias de quien sale a caminar por Paseo de la Reforma, su marcha sin consignas.
“Mexicano: ¿por qué le pides a Donald Trump lo que no sabes exigir aquí?”, problematizaba una pancarta.
En la delantera iba una manta blanca que ocupaba todo un sentido de Reforma, con la leyenda “México. Stop. Trump. #RespetoMéxico”. Ahí caminaban Enrique Krauze con su esposa Andrea Martínez, vestidos de blanco. Krauze blandía la portada de su revista, Letras Libres, con Trump presentado como un fascista.
“Que el señor Trump sepa que el muro con que se va a encontrar es con la dignidad de México”, dijo el historiador.
Avanzaban también Héctor Aguilar Camín y su esposa, Ángeles Mastretta. Ella se quejaba de que alguien dijera que la marcha era en apoyo de Peña Nieto.
“Esa es una cosa que no sé quién inventó y me parece aberrante, porque no es cierto. Yo no sé quién pueda estar con Peña Nieto”, apuntó la novelista.
Pero detrás la marcha era diversa. #VibraMéxico buscaba mostrar unidad al exterior, pero no logró acallar el descontento interno. Venían los gritos contra la corrupción del gobierno de Peña Nieto y la pésima política exterior manejada por un aprendiz. Mexicano, no hay consigna, se hace consigna al marchar.
El Rector de la UNAM, Enrique Graue, prefirió irse a la retaguardia. Aun así, cuando el contingente llegó al Ángel lo esperaban universitarios con más reclamos.
Un hombre ondeaba una pancarta con Peña Nieto y Javier Duarte abrazados y detrás una leyenda contra el supuesto apoyo de Graue a la unidad en torno al Presidente.
Entre el tumulto, el secretario de la Cámara de Diputados, Mauricio Farah, agitaba su banderita tricolor, la vanguardia buscaba subir la escalinata del Ángel, Aguilar Camín se preguntaba cuántos habían ido (menos de diez mil, le habrán dicho), mientras otro grupo de ciudadanos le gritaban “¡vendidos!” y ellos respondían con “¡México, México!”. Había más unidad en un partido de futbol.
Del otro lado llegaba la marcha “Unidos por México”, convocada por Wallace. Había llegado disputando la vanguardia a una asociación de vecinos y justo al alcanzar el Ángel tomaron la delantera.
La activista quiso subir a donde estaba la Banda de Guerra de la policía capitalina, pero un tumulto de ciudadanos en su contra se lo impedía. Fue de un lado a otro, entre gritos. Subió las escalinatas y cantó el himno apurada, antes de la hora programada, y salió huyendo. “Ratera”, le decían, “vendida”, cuando se refugiaba en el bar del Sanborns.
A las dos de la tarde, todavía un grupo quiso cumplir con el Himno. Aunque fue un himno entrecortado, lento, que se oía apenas. Enfrente tenía un grupo que gritaba “¡Fuera Peña, fuera Peña!”.
“Se las volteamos”, decía Mario Mendoza, del Congreso Nacional Ciudadano, y luego se fue hacia el Zócalo. El ‘mas si osare un extraño enemigo’ se confundió con quienes veían un enemigo interno, mexicano y conocido.