Indolencia municipal

Vigilia. Entre lo público, la razón y el juicio

Miguel Ángel Juárez Frías

juarezfrias@gmail.com

“Lo que se abandona desde el poder, termina siendo lo que más pesa en la vida de los ciudadanos.”

Aguascalientes, Ags.- Las escenas de los últimos días en la capital, con árboles caídos, vehículos varados, viviendas anegadas y comerciantes arrastrados por la corriente, no son un “hecho aislado” de la naturaleza de carácter excepcional. Son el espejo de una administración que ha normalizado el descuido y la improvisación.

Las lluvias pasadas y en particular la tromba dejó anegamientos que alcanzaron cerca de un metro en distintos puntos de la ciudad, con cierres viales, daños a viviendas y colonias enteras inundadas. El episodio del tianguis en Solidaridad II, en el cual la corriente derribó puestos y arrastró a vendedores, sintetiza una omisión acumulada que se repitió a lo largo y ancho de la capital. Mientras los cuerpos de emergencia hacían esfuerzos a contrarreloj para contener lo inevitable, ese día se multiplicaron los reportes de autos varados y viviendas afectadas en varias colonias.

Las cifras confirman que no se trató de un incidente menor. Protección Civil atendió más de un centenar de llamados en la capital con saldo de decenas de árboles derribados, infraestructura dañada y personas lesionadas. El recuento incluyó al menos veinte viviendas con afectaciones directas, lo que exhibe de manera clara la ausencia de prevención estructural.

Los drenajes pluviales y de aguas negras no colapsan por azar, fallan por falta de mantenimiento, por rejillas tapadas con basura, por redes saturadas y por un arbolado urbano sin diagnóstico ni manejo preventivo. Los medios locales registraron más de sesenta árboles derribados y baches multiplicados tras la tormenta, señales de un sistema urbano fatigado y vulnerable.

La teoría urbana ha insistido en que los desastres naturales rara vez son naturales. Ulrich Beck, con su concepto de sociedad del riesgo, advertía que los daños más graves no provienen del azar sino de las decisiones humanas. En Aguascalientes, el colapso del drenaje no es meteorología, es política pública mal gestionada, lo que Beck describe como un fenómeno global se confirma con crudeza en nuestra ciudad. Lo advertíamos hace unos días en un artículo que compartimos con ustedes  https://elclarinete.com.mx/mediocridad-ineptitud-e-incompetencia-en-las-responsabilidades-del-estado/.

El discurso oficial mira hacia el cielo cuando la responsabilidad está en el suelo. El gobierno municipal ha preferido culpar a la intensidad de la lluvia antes que reconocer que la prevención no ha sido prioridad

Mientras se discuten encuestas, las rejillas siguen azolvadas. Mientras se graban spots, los pasos a desnivel se convierten en trampas de agua. La responsabilidad pública no se mide en conferencias de prensa, se mide en la capacidad de una ciudad para resistir la lluvia sin colapsar.

Weber sostenía que el político debe responder no solo por sus intenciones, sino por las consecuencias previsibles de sus actos. La indolencia municipal muestra lo contrario: un poder que se excusa en la fuerza de la naturaleza para cubrir la ausencia de prevención. La omisión también es una decisión política.

La capital necesita medidas básicas y verificables. Mantenimiento permanente y auditable del sistema pluvial, de drenaje y alcantarillado  con metas específicas por zona crítica. Un programa de gestión del arbolado urbano con dictámenes técnicos y podas preventivas antes de cada temporada. Protocolos de cierre inmediato y señalización en pasos a desnivel acompañados de campañas de cultura de riesgo para evitar tragedias dentro de los vehículos atrapados.

Nuevamente recordemos a Arendt quien advertía que el espacio público solo se sostiene si quienes gobiernan asumen el deber de preservarlo como bien común. En Aguascalientes la infraestructura urbana es testigo de lo contrario: se administra como botín electoral y se deja morir en la indolencia. Cuando la ciudad se inunda, lo que se anega es la confianza de la ciudadanía en sus instituciones.

Aguascalientes no está condenada a inundarse cada temporada. Lo que hoy padecemos no proviene del cielo sino de una administración que llega tarde, reacciona mal y aprende poco. La naturaleza pone la lluvia. La indolencia municipal pone el desastre.

Nos leemos en la siguiente.